miércoles, 31 de diciembre de 2008

2008 razones para evitar el 2009



“Todo me aburre” dijo Winston Churchill antes de entrar en coma. Murió nueve días después, puede que de aburrimiento; aburrido de contemplar el mundo que él mismo había creado, el mundo por el cual mandó tanta juventud a morir. ¿Pero quién se acuerda de Churchill cuando viaja en la línea 10 del Metro? Muy pocos, casi nadie. Si fuéramos más aficionados a la estadística podríamos constatar que son casi tan pocos como los que leen las pegatinas con fragmentos huérfanos de otras obras que leen menos personas todavía. Sí, hablo de la campaña Libros a la Calle http://www.librosalacalle.com/web/ que escogió para el 2008 una serie de fragmentos de autores que podrían “conectar” bien con el usuario habitual de Metro y Cercanías RENFE... como Unamuno, Santa Teresa de Jesús o Benito Pérez Galdós. Seguro que más de uno, picado por la curiosidad, acudió corriendo (o en Metro) a la librería más cercana para adquirir uno de estos títulos o, quizá, una copia de la Constitución Española (ese treintañero sin piso que todavía vive con sus padres, los únicos que lo defienden). No se olvidó la campaña de la necesidad de vender de Anagrama ni de Visor y no se olvidó de figuras clave para la comprensión de nuestro panorama literario actual como es Jordi Sierra i Fabra (también conocido como Jordi Sierra i Fábrica). Un poco de Umbral salteado con Espronceda, le añadimos unas entradas –pocas- de la María Moliner (que ganas de viajar en Metro para leer un fragmento de diccionario) y…

Ya tiene usted una chapuza, digo una campaña.
Campaña que han elegido unos estudiantes de gramática polacos (la sencilla sintaxis y la ortografía les delata) para “colar”, al más puro estilo Bansky, un textillo suyo que reza lo siguiente (más o menos):


Habeis oído hablar de nosotros mil veces...

... casi todas sin fundamento. Habéis visto nuestras frases en los muros y esa A dentro de un círculo que tan poco os dice a vosotros y tanto nos dice a nosotros. Nos habéis visto incluso en la tele, pero lo que no termináis de entender es que nos veis a diario, en la calle, en el metro, en clase, e incluso en el trabajo. Que somos gente corriente con carne y huesos. Que somos vuestros hijos, vuestros vecinos, que os conocemos.

Y sabemos que también a vosotros os jode cuando suena el despertador. Y no nos creemos que seáis felices así, entre el trabajo y el centro comercial, siempre haciendo cola y pensando en la próxima compra, viendo pasar la vida entre mercancías que en el fondo -reconocedlo- no saben a nada.

Lo que no entendemos es que viváis como si nada, como si todo fuese bien, sin demasiadas preocupaciones más allá de lo puramente económico. Como si os contentarais con esa basura que nos han vendido, como si no fueseis capaces de concebir algo mejor, como si os sintieseis a gusto entre le plástico y el hormigón. En eso somos diferentes, nosotros odiamos todo esto, no nos atraen lo más mínimo las múltiples referencias del catálogo en que han convertido las ciudades. Nos sabe a mierda, es imposible que la vida sea esto, porque esto no es vida. Esto es pasar el tiempo sin pena ni gloria. Nosotros asumimos las penas que pueda traernos la búsqueda de la gloria, a lo que no estamos dispuestos es a envejecer en fila de uno frente a una caja registradora que nos administre un pedacito de muerte con cada ticket.

Nosotros tenemos sangre en las venas, algo inusual en nuestros días, y por eso reventamos y reaccionamos de formas extrañas para vosotros: lloramos, gritamos, corremos, rompemos. Y seríamos capaces de disimular y hacer como si nada y no meternos en líos, pero nos daría vergüenza.

El que diga que el mundo va bien, o es tonto o es un mal nacido; así de sencillo.El que diga que no puede hacer nada al respecto, o no tiene imaginación o no tiene interés, y lo demás son excusas. Nosotros ya estamos hartos, así que nos encontraréis por ahí, haciendo lo posible para joder este macabro decorado que solo esconde miseria y devastación.

Salud y anarquía...


Como se puede apreciar por la fotografía se trata de otra pegatina que imita las pegatinas “oficiales” de la campaña, pero que nada tiene que ver. En un blog –del cual he copiado el texto anterior– hablan a fecha del 10 de mayo de 2008 de la existencia de estas pegatinas, y algunos de los comentarios lamentan lo poco que van a durar. Bien, escribo esto hoy tras haber visto varias de estas pegatinas, en el último día del año 2008. ¿Un éxito? No: si hubiera sido un éxito las pegatinas ya no estarían. La cuestión es que aquí no lee nadie, que los anarquistas viajan en Metro, que las campañas para llevar los libros a la calle son un chiste malo, a todo el mundo le da igual todo; leer, no leer, que exista este blog… y todo aburre profundamente. Con estas palabras, pues, me despido: “Todo me aburre”.

Tricotilomanía Crónica,
a 31 de diciembre 2008

jueves, 13 de noviembre de 2008

oh menajes!

hace 2 días se cumplía el primer año de vida de CASPA. lo celebramos dejándolo pasar, haciéndonos los suecos, mirando hacia otro lado, silbando varias melodías amables. dentro de nada se cumplirán no sé cuántos años de la muerte de machado, qué sé yo qué del nacimiento de nietzsche, de juan ramón, de altolaguirre, de ramón, de picasso. ¿y qué? nada más dulce que dejar todas las banderas bajas, no croar, no decir, no hacer. celebrar lo que pasó simplemente pasando. mañana es el día nacional de los que no celebran las efemérides. para celebrarlo, un poema del Coronel Saga Paz, sabio egregio y terrible del XIX, avant la lettre:

"El caso es que me acusan
de sucio, de violento,
de fácil, de plagiario, de absoluto,
de intruso, de platónico, de absurdo

y yo, que soy todo eso
y mucho más,
abato velatorios
y transijo.

Va a ser por eso.

Adiós"

martes, 11 de noviembre de 2008

extracto del diario del gilipollas azul

(...) No sabéis lo lamentable que es vestirse de gilipollas azul por las mañanas, ir en metro a un lugar que no sabías que existía, pasar por delante de siete testarrosas aparcados en batería y que la azafata de la puerta te saque dos cabezas. No sabéis lo que se siente cuando nadie te habla porque eres el gilipollas azul, cuando ni siquiera las de la limpieza te miran a la cara porque no saben si les das pena o vergüenza.

No podéis imaginároslo, porque es sencillamente maravilloso.

De pronto no soy nadie. He estudiado dos carreras y media, estoy capacitado para analizar la obra que Kierkergaard escribió bajo el pseudónimo de Johannes de Silentio y hablo tres idiomas, pero ahora sólo soy el gilipollas azul. Me gusta llamarme así a mí mismo, aunque en este trabajo se dirigen a mí usando otros epítetos. Me acaban de invitar a participar en un festival de poesía en Chile, dentro de poco publicaré un texto sobre las nuevas formulaciones poéticas contemporáneas, pero soy el gilipollas azul.

Cuando termino de trabajar y me quito los restos de maquillaje, Víctor, un barman absoluto, me sirve un Silver Martini. Dejo de ser el gilipollas azul y paladeo una mezcla de ginebra G´Vine (http://www.directoalpaladar.com/2007/07/23-gvine-una-suave-ginebra-afrutada-y-especiada), monin de violeta, agua carbonatada de manantial y extracto de plata. La plata le confiere a este cóctel una textura de terciopelo, y con los tres arándanos con los que Víctor acompaña el vaso juego a trazar diferentes destinos de agua sobre la superficie gris.

Algo después tomo de nuevo el metro y me vuelvo a sentir un gilipollas, pero ni siquiera soy azul.

En el primer túnel hay una cita de Claudio Rodríguez que nunca recuerdo. Claudio fue la verdadera Elena Medel, pues ganó el Adonais, cuando el Adonais aún era algo, a los 16 años.

Si no habéis leído a Luis Feria, deberíais hacerlo, amigos.

Por la mañana le he contado a un amigo que lo que se nos viene encima no es una parte especial de la vida, no es un fragmento particular, mensurable y entrópico de la vida: es la vida. Ahora entramos, independientemente de la edad, en el momento de tomar decisiones. De escoger, de elegir qué ginebra tomar, qué pantalón tirar por viejo y cuál seguir colgando en el armario. No importa si la casa es nuestra o no, o si la luz del proyector se está volviendo opaca.

Importa Chile, la metáfora como revitalizadora de la función del símbolo y la última película, nefasta, de Woody Allen. Al menos durante el tiempo en el que nos ponemos el disfraz de ser álguienes. Luego está la otra cara de la duda, luego la cama y los cinco minutos antes de la fase REM, con un ojo apagado y la parte trasera de la cabeza algo caliente, no se sabe si por la fiebre, el contraste del frío o simplemente por el uso. Entonces los poemas que aparecen en un cuaderno sobre la mesilla, entonces un último Trident Senses que no será el último, o simplemente un sueño que anuncia que mañana será un buen día para volver a vestir el disfraz de gilipollas azul, con un orgullo extraño, sin miedo ni esperanza, con una risa dentro.

Nada hay más apetecible que la mujer de otro, decía Auster.

Esta noche, sin embargo,
estoy más que contento con la mía (...).

domingo, 9 de noviembre de 2008

TRIÁNGULOS, CÍRCULOS, CULTURA Y NÁUFRAGOS

Hay dos dolencias fundamentales que se cargan el panorama del ensayo y el discurso, creo: la excesiva verborrea sin fundamento, que es lo que más se ve, por todas partes, y que destruye por saturación; y la doble-filo modestia/vergüenza de saberse/creerse inculto, que hace que uno se calle para siempre, y por tanto otorgue. Esta última destruye por su ausencia.
Yo dejé de escribir aquí (aquí y en mi diario) por aquello de no tener qué decir.
Pues se acabó. Puede que no hable de poesía (porque no la conozco), pero hablaré. Y a la sombra de lo que dicen las siglas de C.A.S.P.A. me amparo.

Círculo de Acción Sostenida podrían, y quizás debían ser las tres primeras palabras que definieran las funciones de cualquier grupo cultural. Entendamos grupo cultural de manera amplísima, desde el colectivo de amigos que se reúnen para tocar la guitarra en un garaje (o a escribir un blog), hasta una comunidad universitaria. Círculo implica límites, pero no aristas; Acción es la razón de ser (porque en estos casos de la cultura, si no se hace, no se es, evidentemente), y Sostenida quiere decir moviéndose: motor, algo continuo, es decir, no intermitente.
El problema enorme de esta época concreta en que pasamos el rato, y de otras muchas que se le parecieron, y de esto quería yo hablar, empieza cuando se omite uno de estos tres conceptos. Leyéndose a Pitágoras para entender la estabilidad de los triángulos, o deduciéndose por pura lógica la imposibilidad de construir nada con sólo dos ángulos, o simplemente poniéndose a jugar con los conceptos, uno se da cuenta de que si a esos “Círculos de Acción Sostenida” se les quita una pata, cojean.
En los últimos años lo que más se había eliminado es lo de la “Acción”. A lo mejor uno no se da cuenta a simple vista, por que lo de “hacer” sigue figurando como estandarte vacío (o trapo para limpiar el polvo) en la fachada de cualquier institución o grupo cultural, pero a poco que se escarbe se descubren por todas partes “Círculos Sostenidos”.
Un Círculo Sostenido es algo que ya no tiene nada que ver con nada. Es una estafa, un sinsentido cultural, una mierda, en suma. Es una masa amorfa en la que los presupuestos (sostenimientos) alimentan a grupos cerrados (círculos) y los grupos cerrados justifican los presupuestos, sin que sea necesario hacer nada más que estar y abrir las carteras.
Me contaba alguien de allí dentro que en la Universidad Complutense de Madrid, hasta este año (hasta que Espe ha recortado tan sabiamente los presupuestos) había departamentos que no conseguían gastar el dinero que recibían, y al final del curso se dedicaban a pagar curiosas salidas culturales a restaurantes caros, con el único fin de seguir recibiendo la misma cantidad de pasta el año siguiente. Es un ejemplo precioso de la más pura pérdida de la “Acción” (el motivo), para solamente sostener el círculo. Pero claro, hay más. Hay clásicos hijos de alcaldes que quieren ser artistas, y también menos clásicos pero igual de peligrosos supuestos artistas que quieren vino y canapés por encima de todo.
A un amigo de un país que queda al este del Adriático, y que alucinaba con lo nuestro, se le ocurrió una vez hacer la suma de las cantidades que se daban en premios de poesía (sólo de poesía), en nuestra España, en un año. La cifra era astronómica y él la ponía como ejemplo de lo bien que iba el panorama literario por aquí. Yo le pedí que contabilizara también la calidad de los temas propuestos, los jurados, y de los posteriores poemas ganadores. Pero es que eso es más difícil de sumar. Y además no importa, porque ya nos solucionan la duda los silogismos: si hasta una asociación de Amigos del Lince Ibérico siente la necesidad de darle dinero a la poesía, es que la poesía es lo más. Y que todo va bien.
Nada de esto es nuevo, ni un gran descubrimiento por mi parte ni por la de nadie, y de hecho mis conclusiones son por ahora tan simples como partirse siniestramente de risa.
Por todos estos capítulos podridos de ese “todo va bien”, y más ejemplos que me guardo porque llevo prisa, cuando resultó que en septiembre lo de la Crisis ya no sonaba tan exagerado, y a los que hasta entonces soltaban los euros para que brillara bien la palabra Cultura les pareció que ya podían cerrar el grifo, y entonces los pobres Círculos, ya sin Acción y sin Sustento pusieron el grito en el cielo, yo pensé: pues oye. Que se derrumben.
Que se pinche la balsa de una vez, y entonces, ya sí que sí, los náufragos en corro tengan que ponerse a pensar qué hacer, sostenidos por trocitos de madera podrida. Los náufragos todos. Nosotros. Con el yo delante, claro.

jueves, 6 de noviembre de 2008

CRONICA DE UNA SUERTE ANUNCIADA o LAS NARAJAS MECÁNICAS


ANTES DE LEER: Consideraciones y aviso:


Amigas y amigos: para todo aquel, para toda aquella, la crónica de un día inolvidable que olvidé tras la borrachera de vino de Toro de anoche. Los contenidos de este email son pura realidad que supera la ficción y, por lo tanto, como algo más allá de la ficción y con intención de distracción deben entenderse y no entenderse para mayor degustación. Poeta que es uno. 
Este relato no está recomendado para: menores de 18 años, personas con cardiopatías, mujeres premenstruales y hombres que no sepan reírse de mí, de ellos mismos y de otras personas más irrisorias. Las faltas de ortografía, de puntuación y la ausencia de coherencia serán imperativos en todo el texto y queda rigurosamente prohibida su reproducción asistida. Los personajes (vivos y muertos) de esta narración son invención del autor. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Buen día.

BREVE BIOGRAFÍA DEL PROTAGONISTA (en adelante X):

Nació en Malta. Murió poco después de escribir estas palabras.


Capitulo I (que te puedes saltar y te enteras igual)

Madrid, capital de Espanya, 23 de abril de 2007: Día del libro (de Sant Jordi!) Día de la entrega del premio Cervantes y día en que amanecieron, juntos pero no revueltos, un joven escritor argentino y su efebo obeso, X. Con su virilidad y su orgullo intactos, los dos hombres procedieron a vestirse con sus respectivos trajes para estar presentables para los eventos que la vida les deparaba aquella mañana, a saberse: que el argentino debía acudir a una reunión con una deliciosa petisa de Orange en un lugar de pozuelo cuyo nombre no quiero recordar y cuya ubicación -más tarde- no pudimos precisar; que X, debía vestirse de Jaime Siles y colarse en el evento más yeah del caduco panorama literario decimonónico: la entrega del premio Cervantes, otorgado merecidamente a un emocionado -pero algo confundido- Antonio Gamoneda.
Se ducharon. Se afeitaron. Se piropearon. Bebieron lo que posiblemente es el segundo mejor zumo de naranja del mundo -según un anuncio vil y mentiroso- y salieron a la calle a intentar distinguir qué silueta de coche recubierto de mierda de paloma madrileña podría corresponder con el famoso seat ibiza rojo. Aprovecho esta ocasión para comentar brevemente las propiedades de la mierda de paloma madrileña, que demuestra unos poderes de aferración y rápida fosilización que Gallardón podría aprovechar para ahorrar argamasa en sus trabajos faraónicos, obteniendo unos resultados mucho más duraderos.
En el coche el también famoso cable mono de X espetaba a Silvio Rodríguez por un solo altavoz de forma que la canción 'Mariposas' resultó más surreal todavía. Empezaba su pequeño road trip.

Capitulo II (que también te puedes saltar, pero menos)


Mientras el joven ejecutivo agresivo y el colesteróico poeta discutían animadamente sobre el sentido profundo de las rotondas y se producía una entretenida dialéctica sobre la orientación en general y el no tenés ni idea de donde vas en particular, el Destino, la Providencia y unos jardineros de pozuelo lograron indicarles el camino hacia el deslumbrante edificio Orange que, aprovecho para decir, no es naranja.

Capitulo III (en que X se pierde y todo casi se va a la mierda)


Tras abandonar a el argentino y sus planes de expansión económica, el émulo de la llama, como en su día le llamara cierto escritor famoso -forma poética de decir que sos un gordo  al que le quedan dos días de belleza juvenil- se encaminó hacia Alcalá sin GPS, con un mapa que no miró -porque él es así- y con una idea injustificada de que Alcalá estaba pallá y al·lao. En este punto el talento del autor se ve notablemnte superado por las circunstancias, y me siento incapaz de expresar con palabras y de forma fehaciente la gilipollesca actitud del conductor, que básicamente fue cogiendo un desvío y otro, anestesiado por una fuerza mayor, y que despertó en la Gran Via, en pleno atasco, a veinte minutos de que empezara el acto.
Ni el once ocho ochenta y chocho, ni el tidós, ni nada: ninguno fue capaz de guiar a nuestro héroe por ningún lado y finalmente fue un taxista madrileño, con palillo en boca y brazo en ventanilla incluidos, que le gritó algo sobre la A-2, sobre dirección aeropuerto, sobre girar ahora a la izquierda después del cartel ING cuenta naranja y sobre la puta madre del de enfrente y sobre que vaaaaaaaaaaaaaaaamos hombre (con golpecito en el volante incluidos).

Capitulo IV (en que X finalmente llega a Alcalá, perseguido por la guardia civil y, tras aparcar, la caga de nuevo)


X jamás llegó a ningún sitio donde fuera imprescindible estar a una hora determinada con más de cinco minutos de margen. Y esta ocasión no podía ser distinta. En cierto sentido tiene mérito, porque, haga lo que haga, escoja el camino, modo de transporte, horario, que escoja, consigue que le sobren cinco -cuatro- minutos. Suficientes. Y un margen le permite, en cualquier caso, a X decidir que es mejor no llevar la Invitación al Acto, 'no fuera siendo de que' los demás no llevaran la invitación en la mano -es demasiado grande para esconderlo en el traje- y él fuera el único pardillo que inocentemente llevara la prueba de su novatez. No, se dijo, no seré yo el tonto... habrá, lógicamente una lista. Un margen le permite a X, traje azul, corbata naranja, caminar tranquilamente hacia el paraninfo -preguntándole en plan 'casual wear' a las señoritas ¿para el paraninfo por favor? ¿para el Cervantes por favor? no no oho oho.. me refiero al Premio. Y ese tipo de cosas que la gente hace -que él hace-. Un margen le permite a X llegar a los accesos de la plaza, comprender que entre el marasmo de gente no podrá pasar, que le quedan dos minutos para entrar, que todo son viejas casposas y enlacadas diciendo 'Han salido ya?'! Con una inusitada sed de monarquía. Un margen le permite acercarse al primer policía robocop que hay, sabiendo de antemano la respuesta, diciendo algo así como estoy invitado y después algo así como, lo tengo en el coche y después algo así como sí, vale lo comprendo, pues voy corriendo a buscarlo. X corriendo en dirección al coche, su lamentable estado físico haciendo mella, las señoritas interrogantes observando el baile macabro de sus carnes embuticos en una camisa que empieza a parecerse a la de camacho. Nada 'casual'.

Capitulo V (en que X discute con la policía y es fusilado)


X y su colesterol acuden exhaustos y atacados al primer puesto de control. De fondo suena el himno de España y avanzan unos soldados. Mierda mierda mierda mierda. Por aquí ya no puede pasar. Pruebe en la otra calle. X corre, pensando que ese 'ya' estaba cargado de sorna. La siguiente calle presenta a varios rinocerontes de Borneo -desde luego mucho más que cincuenta- que no están dispuestos a dejar que nadie pase porque quieren verlo todo todo todo. Todo falla. Mierda, no puede ser. La comitiva avanza. Será imposible entrar después de Junca y la Sofi, si ellos pasan, nuestro joven que morirá joven no podrá entrar. Tercer intento. Venga, por aquí chaval. X entra, casi es fusilado in situ al pasar corriendo por al lado del detector de metales sin prestarle mayor atención. X, joven autor con el mecherito cercenado por las viscisitudes del cruel mundo, irrumpe en el paraninfo donde todos ya están sentados, done todos miran hacia la puerta, donde todos comprenden casi inmediatamente que él no es el Rey de España, que igual es una reinona pero que tampoco es la Reina. Silencio (Silencio/ eterno y mudo como el recuerdo/ del amor que tú me diste /Silencio, / tan grande tan vacío y tan muerto... ). Alguien tose. Alguien gime cuando X le pisa, buscando un sitio. Suda como un profesor de universidad en Virginia. Desastre. Se sienta junto a Caballero Bonald, visiblemente asqueado por la visión de este yonki con una cara entre púrpura y naranja, con una respiración entre moribunda y sexual.

Capitulo VI (en que empieza el acto y A.R. intenta sabotear el discurso de su Rey)


Instantes después de la apoteósica entrada, entran, con bastante menos prisa, Juanca, la Sofi, Joselu, la de los cursillos CCC (Cultura Carmen Calvo), el protagonista del día Mr.Gamoneda y guadaespaldas, armarios empotrados y otras personas y personos.
El Rey abre la sesión y un tipo vestido de académico con ridícula boina naranja procede a enumerar unas cosas aburridísimas sobre reunidos el dia bla bla y tras la necesaria deliberación y bla bla bla y después de ese interminable rato se sube al púlpito, cual orador de Mississipi -solo que blanco, en vez de negro, y leonés en vez de sureño- Antonio Gamoneda.
Tras pronunciar un elaborado discurso sobre la pobreza y su relación con la creación, el señor Gamoneda recibe la medalla bla bla bal y el Rey mastica unas palabras. Es este el momento en que A.R. que, como buen y único fan, está viendo todo por la tele y comiendo palomitas -quién sabe si practicando el onanismo- llama por teléfono con la muy republicana intención de interrumpir al Rey (rey, según él), algo que no sucede porque X, que vive por y para su teléfono móvil, lo tiene puesto en silencio.

Capitulo VII (en que este relato pierde fuelle y César Antonio Molina se enamora de X)

X, espiga que se convirtió en autobús, ha dejado de sudar, se abanica. Recibe un sms de A.R. preguntándole si es homosexual abanicándose así -obviamente la incursión (que merece otro relato entero) dos días antes en el bar de carretera 'Casa Pepe' del trio Argentino, A.R. y Elefante debió modelar las convicciones de A.R.). De pronto... No, no puede ser. Será su imaginación... Pero... ¿No le está mirando de reojo César Antonio Molina? La ministra no calla. Habla y habla del quijote como si lo hubiera leído, igual deberían insertarle un quijote en la boca. No cesa. No cesa y... César! Está mirando. ¿Está mirando? De pronto algo estalla. Los guardaespaldas hacen el ademán guardaespaldesco de lanzarse sobre alguien, pero ha sido un foco. Algo de bombilla incandescente cae sobre Félix Grande, pero no parece importarle demasiado. Siles está horrorizado y casi se desmalla.
Este capítulo no tiene la palabra naranja, bueno, ahora sí.

Capitulo VIII (en que el relato se recupera un poco porque cambia la localización de los personajes y aparece H)


Habla X, el cachalote:

El acto termina, demostrando que Dios existe. H y yo nos vemos -parece algo sorprendido con un gesto tipo '¿Y tú qué coño haces aquí?' Mientras sonríe con una mueca de 'Ah! Te he visto!'. Salimos del edificio. Mis intentos de acercarme a H se ven frustrados por varios admiradores petulantes -igual es que estoy celoso, H es mío- así que me dedico a intentar recuperar mi aire 'causal' pero en plan 'smooth casual coctail mood' y doy varias vueltas a un arbusto muy mal podado y actúo como si me interesaran de pronto mis zapatos. Una mata de pelo fuerte pero canoso pulula al otro lado del arbusto.
Me giro de pronto y el pelo se esconde. Me quedo mirando... aparece una frente... unas cejas oscuras y pobladas... unos ojos castaños... ¡César! ¿Me estás espiando!? La cara desaparece y cuando acudo al lugar no hay ni rastro... H parece amputarse sus friki fans y me hace caso. Me planteo pasar de su amor etéreo por el amor cesáreo. Recuerdo las cejas. Opto por el brillo H. El día es radiante y Luisma le está contando la historia del cangrejo a Félix Grande . ¡Era un puto cangrejo!


Capitulo IX (en que, en un solo capitulo, pasan muchas cosas y nos preparamos para el capítulo final. Éste es el capítulo que deberías leerte si sólo has ojeado los títulos de los capítulos)


Sigue hablando el brontosaurio panzudo:

Paseo con H y con Siles, que me dice que está encantado de conocerme igual que hizo en otra ciudad hace tres meses y en Córdoba hace tres días. Félix Grande cree que soy un camarero y me dice cuándo coño pienso servirle una cerveza. De pronto a H le entra la vena divertida, cosa que no suele ocurrir en los años que no son bisiestos, y decide que le divierte mucho presentarme a gente que no es divertida pero que es importante. Descubre que le divierte mucho decir cosas como, vamos a conocer a Víctor mientras camina hacia García de la Concha que se encuentra justo en ese instante meditando sobre incluir o no incluir la palabra 'mentiendes...' (con puntos suspensivos y todo) en el DRAE. De pronto me doy la vuelta y me encuentro de cara con el Rey. 

Así, de pronto:

'Ombre, H, que alegríatantoparamícomoparalareina, encontrarte aquí!'
'Hola, este es X, es poeta y bla bla bla'
Chistes varios por parte del soberano sobre el tiempo. Aprovechando la presencia del rey, el guei, se acerca para intentar hablar conmigo. Pero H, ahora pletórico, decide que quiere presentarme a Joselu, el presidente de este complicado país, y corre entre premios nacionales y letras de la Academia como una ratita calvita, empujando a Félix Grande (que está persiguiendo la camarera más gordita y rubia) y evitando -algo que parecía imposible- chocar con Jaime Siles (que está diciéndole a alguien que está encantado de conocerle y que le gustó mucho su libro).
Llegamos ante ZP, el hombre que está destrozando España, el hombre que ha velado por los homosexuales, las mujeres y otras criaturas que no figuran en la Biblia, el hombre que conspiró y que robó las elecciones. Decido enamorarme allí mismo. Arrastrado por H, echo la vista hacia atrás un instante y una mata de pelo canoso desaparece detrás de la silla de ruedas de Carmen Balcells. Sospecho.
El presidente resulta ser un tipo que sale mucho por la tele, aunque yo pensaba que el presidente era otro, que siempre sale por la tele con un diputado que tiene que decidir qué caja quiere que abrir. Estoy confundido. El verdadero presidente, por lo visto, también.
H resulta ser un personaje mucho más conocido de lo que me hubiera imaginado, será que tiene cara de simpático. Se abrazan, se besan casi sin lengua y H me presenta como un poeta que bla bla bla. ZP me presenta a Sonsoles y hace un chiste sobre H diciéndome (y como si fuera un secreto) que 'H es un poeta mayor... pero mayor, mayor, eh? je je je (risita algo ridícula que debe amenizar, sin duda, los cafés de la oposición) (siempre y cuando consideremos que la oposición tome café, claro).
Después aparecieron dos personajes, un poeta surfero y otro que quisiera serlo. Sus nombres morirán conmigo, porque no los recuerdo. Apareció un respetable señor muy mayor -pero no 'mayor' como H, je je je -risa zapateresca- y acabó repentinamente con la racha de divertimento de H al comentar algo como 'no, si ya sé que a ti también de pierden las mujeres' o algo parecido que incomodó mucho al maestro y terminó con las ganas de cachondeo del poeta hasta el año 2012, por lo menos.

Capitulo último (en que todo llega a un fin y no sabemos ha merecido la pena llegar hasta aquí)


Fuerzas oscuras y laborales me obligan a resumir: marché de Alcalá con Copiloto: mi querido H y César Antonio Molina nos persiguió como en la escena de Termiantor II. H me contó varias y jugosas cosas sobre el mundo de los premios, de los poetas y de otros asuntos que no comentaré aquí porque, de hacerlo, correría el riesto de escribir un relato realmente interesante.


THE END?

domingo, 26 de octubre de 2008

Poesía y adolescencia, la paradoja de Bécquer


Es una característica adolescente ser apático e indolente

Quisiera empezar con una confesión que sin duda merecen: llevo semanas retrasando la hora de sentarme a escribir este post porque su título –que yo mismo tuve la mala suerte de escoger– me sobrecoge con tantas ideas distintas que no sé ni por dónde empezar ni si es posible hacerlo siquiera. Poesía y adolescencia. ¿Pero de qué estamos hablando? Desde luego no seré yo quien defina qué es la poesía y algún psicólogo o algún biólogo o, mejor, un zoólogo les podrá explicar mejor que yo qué es la adolescencia. Así que, como filólogo –y aclaro desde ya que nunca fui un buen filólogo– no me queda más que hablar de esa ‘y’ que nos ha quedado en principio descolgada pero que está donde debe estar: en el centro de la cuestión. Partiré pues de esta conjunción copulativa para ordenar las ideas que quisiera compartir con ustedes:

Ahora que vivimos envueltos en el furor de los números y las encuestas, imaginemos por un momento que realizamos una encuesta –sencilla– donde le preguntamos al personal si cree que tiene algo que ver la poesía con la adolescencia. Me atrevería a decir que la mayoría respondería que sí. Por supuesto, esto no se trata más que de un juego donde, además, me he permitido el lujo de responder por nuestros encuestados imaginarios pero lo que quiero decir es que, de una forma u otra, subyace en el colectivo popular cierta relación entre lo tempestivo, lo afectivo, lo sentimental, lo banal de la poesía y la adolescencia. Se trata, sin duda, de una herencia vetusta del romanticismo, cuya presencia en España se puede justificar algo más por lo ‘tarde’ que apareció uno de los grandes culpables, el hombre grande, el Amancio Ortega del verso: Gustavo Adolfo Domínguez Bastida, más conocido como Gustavo Adolfo Bécquer.

Antaño hubiera sido sencillo caer en el estereotipo: la imagen de inocentes colegialas abrazando carpetas con recortes de estrellas de cine y rimas becquerianas –casi siempre sin firmar y con notables divergencias– de camino a clase. Algo menos usual pero más fiel a la antropología española hubiera sido hablar de LOS picarescos adolescentes que utilizaban varias rimas o aproximaciones de rimas del denostado poeta sevillano para encandilar a LAS adolescentes incautas. Hoy estas dos ficciones del imaginario colectivo son precisamente eso: ficciones. El imperio Bécquer ha sabido modernizarse con el cambio de siglo y, si bien mantiene sus filiales de Dedicatorias S.A. y su lucrativo holding ‘¿Qué es poesía?’ es Internet, y más concretamente la web 2.0 el lugar donde encontramos los mayores usos y abusos bécquerianos.

Así los blogs, los myspace, los fotologs, los tuentis y demás estructuras virtuales son los barriles de Brent para evaluar los intereses adolescentes y, claro, la presencia de poesía escrita entre los adolescentes. Sobra decir que la inconmensurabilidad de la Red nos lleva a pronunciar cualquier conclusión con sumo cuidado, pero podemos afirmar que, si bien la presencia de poemas escritos en las bitácoras personales, los blogs, es frecuente, el número de referencias a la palabra poesía decae a la hora de rastrear los espacios de interacción como el myspace o el tuenti. Esto es, en principio, natural debido al formato de estas páginas pero cabe preguntarse ¿es que no les interesa la poesía a nuestros adolescentes? ¿Es posible que en la época más convulsa sentimental y físicamente de su vida estos chicos no se refugien en la poesía? Dejemos esta pregunta sin responder, de momento, o respondámosla a través de una pregunta anterior y fundamental que quise eludir al principio de esta charla: ¿Qué entendemos por poesía?

Como mediadores, nuestro papel consiste en canalizar unas inquietudes ajenas a través de nuestra experiencia para que este impulso alcance una experiencia mayor. Es éste el ideal de todo proceso de aprendizaje: ofrecer a un yo en potencia todos las herramientas con las que contamos –y cuenta– para que logre realizarse y ser un individuo libre y capaz de entenderse y entender a los demás. Este objetivo, sin duda noble y sincero, nos ha llevado muchas veces por sendas erróneas al considerar nosotros que las herramientas de las cuales disponemos para alcanzarlo son hoy las que nuestros maestros utilizaron ayer. Con esto me estoy refiriendo, claro está, a lo que todavía hoy, incomprensiblemente, se sigue llamando nuevas tecnologías o Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) pero lo hago porque todos, tanto ustedes como yo, nos encontramos, se encuentran, en este contexto histórico: el de principios del siglo XXI. Pero no quisiera que interpretaran que los equívocos en el trasiego de herramientas pedagógicas son una cosa exclusiva de nuestros días, creo que han existido siempre. Este punto, que puede parecer una perogrullada, es fundamental para mí para recordar que siempre hemos rechazado cualquier cambio y, sobre todo, los grandes cambios: basta recordar la historia mil veces repetida que cuenta Platón, en el Fedro: Theut, o Hermes, el supuesto inventor de la escritura presenta su invento al faraón Thamus, alabando la nueva técnica que permitirá a los humanos recordar lo que de otro modo olvidarían. -“Mi habilidoso Theut, dijo el faraón, la memoria es un gran don que necesita mantenerse vivo entrenándolo continuamente. Con vuestro invento, la gente ya no se verá obligada a entrenar la memoria. Recordarán las cosas no debido a un esfuerzo interno sino gracias simplemente a algo externo”. Volvamos pues a la pregunta de marras:

¿Qué es poesía? Las definiciones menos poéticas de poesía abandonan cualquier pretensión trascendental para definirlo como “una forma de expresar emociones, sentimientos, ideas y construcciones de la imaginación” (wikipedia). No está mal. Pensemos ahora en los adolescentes que buscan expresar emociones, sentimientos, ideas y construcciones de su imaginación: ¿recurren a la poesía? ¿No? ¿O será que no recuren a lo que nosotros entendemos por poesía? Hoy por hoy la mayoría de los adolescentes que disponen de una conexión a Internet visitan regularmente el máximo exponente de la web social: Youtube. Pero, antes de llegar a conclusiones precipitadas ¿no es Youtube un canal (de canales) a través del cual los adolescentes pueden expresar emociones, sentimientos, ideas y construcciones de la imaginación? ¿Qué es poesía entonces? Poesía eres you, tú. Youtube.

II

Como bien sospechan, hasta ahora no hemos hecho más que jugar con metáforas, con conceptos elusivos, emociones contenidas y nuestras propias dudas. En otras palabras: hemos estado, entre todos, haciendo poesía. ¿Pero cómo? Se dirán, ¡si la poesía es otra cosa! Efectivamente: la poesía siempre es otra cosa y sólo teniendo esto siempre presente podremos lidiar con ella.

Guardo un tierno recuerdo de las pocas clases que distintos maestros y profesores que tuve el gusto y el disgusto de tener decidieron dedicar a la lectura de poemas en clase. Porque siempre tuve claro que la poesía era, que debía ser, otra cosa. Aún debían pasar bastantes años hasta poder confirmar que aquel repetir una y otra vez los rimbombantes versos consonantes no era, por mucho que dijera el profesor, poesía. Desde entonces me suelo interrogar, recordando lo poco que me identificaba con aquellas palabras huecas en la boca del profesor y más huecas todavía en nuestra voz coral, para saber qué haría yo si algún día me encontrara en el lugar de aquellos profesores. Es una pregunta que me llena de horror y de un súbito respeto hacia todos los que intentaron lo que hoy intento.

Es posible que el lugar de la poesía no sea el aula. Si opinamos que no, que la poesía es indispensable dentro de nuestro sistema educativo debemos preguntarnos si realmente es poesía lo que hemos estado impartiendo hasta hoy. Un cierto número de profesores intentará dar un paso más allá: los alumnos realizarán ejercicios de escritura; lecturas de grandes poetas; oirán cómo recitan los poetas y puede que, incluso, reciban la visita de algún poeta para que les deleite con un taller. Todo esto está muy bien, pero no deja de eludir, como llevo eludiendo yo todo el rato, el corazón del problema: la poesía, por definición, es –aún en sus vertientes más satíricas, cómicas y épicas– un acto de comunión con los sentimientos más íntimos de uno mismo. ¿Qué hacer entonces? ¿Abandonar? Jamás.

Si la poesía es algo que no se puede enseñar debe ser algo que se pueda experimentar. Si no se pueden enseñar las experiencias poéticas –lectura y creación– deben poder realizarse. Con esto me refiero a una actitud del mediador que permita a cada alumno encontrar ‘algo’ que le conmueva, que le motive un sentimiento o con lo que se sienta especialmente identificado. Ni que decir tiene –aunque habrá que decirlo– que el mediador debe participar activamente en este proceso, indagando en sus propios sentimientos y en los textos, imágenes, videos o canciones que lo conmuevan. Esto, que puede parecer un mero ejercicio, es en realidad el punto de partida de cualquier ejercicio poético y puede ser la puerta hacia múltiples experiencias poéticas. En resumidas cuentas se trataría de encontrar manifestaciones con los que el adolescente se sienta reconfortado o representado para luego trabajar sobre esos conceptos con textos poéticos afines. Es, en cierta medida, un gato por liebre que nos ha de revelar que, como bien saben en China, el gato no está tan malo.

Quizá lo que realmente vale de esta idea, o lo único que yo defendería hasta el final, es la necesidad de una implicación afectiva total del maestro a la hora de intentar abordar cualquier cuestión relacionada con la poesía. En ocasiones suelo llorar recordando como ninguno lloramos la primera vez que leímos las ‘Nanas de la cebolla’ un día cualquiera en clase, sin duda ansiosos por salir al recreo. Nadie nos explicó realmente qué eran las Nanas y puede que fuéramos demasiado pequeños. Pero alguien lo podía haber intentado.

viernes, 24 de octubre de 2008

Poesía Pupular

Poesía, (del griego ποίησις 'creación' < ποιέω 'crear') es un género literario en el que se recurre a las cualidades estéticas del lenguaje, más que a su contenido. Es una de las manifestaciones artísticas más antiguas. La poesía se vale de diversos artificios o procedimientos: a nivel fónico-fonológico, como el sonido; semántico y sintáctico, como el ritmo; o del encabalgamiento de las palabras, así como de la amplitud de significado del lenguaje.


miércoles, 22 de octubre de 2008

Shoot again

Shooting person was not de big deal
Godfellas



En un momento de la película No direction home, documental de Martin Scorsese sobre la América de Bob Dylan, hay imágenes grabadas en las que al cantante, antes de un concierto, le avisan de que van a dispararle. Sin dejar de leer una revista, pero un poco intranquilo, Bob Dylan dice: No me importa que me disparen, lo que me jode realmente es que me lo digan.
Hay una templanza abandonada desde hace tiempo, una falta de lógica para saber de dónde procede el miedo. Aquellos que generan lecturas del mundo, ya sean poetas, literatos, políticos o brokers, han dejado de filtrar el pavor, de seleccionar los epicentros del terror, para crear una masa informe de aprensión. El miedo es una rutina, una imagen desdibujada por el uso, una incesante musiquilla de fondo, una alarma que está siempre sonando en el comercio que hay debajo de cada casa. Esta isonomía de la desconfianza crea una república independiente en tu casa, un parapeto mental que vigila los umbrales de acceso a lo propio. Fuera del poema sólo aúllan los lobos, a dos pasos de lo personal hay una negrura hostil que te mata y te devora. Y las palabras, y los actos, y lo performativo, se vuelven sobre uno mismo, son sólo reflejo de ese mundo aislado al que el individuo se ha visto convocado, empujado, condenado a una existencia insular por océanos de miedo, por aguas negras y profundas en todas las direcciones. 
Hace tiempo que dejamos de saber dónde nace el problema, dónde reside el tumor, para convertirnos en ciudadanos de un universo metastatizado. Turistas de lo ajeno, únicos reyes de lo nuestro, acojonados por vivir viviendo. Cada una de las piedras del gran muro han sido repartidas entre toda la población. A uno le llegó por carta, a mí me entró en un Happy Meal, al otro le salió de la tarta, hubo a quien le cayó del cielo, a varios se la prescribieron, otros la notaron en su boca, después de un largo beso. Cada uno con un ladrillo en su poder, empezamos a construir nuestros propios muros, apuntándonos a una especie de idiosincrasia fasciculada, que cada mes te da herramientas para ser cada vez más tú, cada vez más yo, sin rastro de lo nuestro.
Un mar de voces al otro lado de la muralla grita que te van a disparar. Incluso hay alaridos y frases que suenan ya como balas. Y piensas si tu muro es sólido, si aún hay tiempo para reforzarlo, y es entonces cuando en la entrega de noviembre, convenientemente retractilado sobre un cartón veinte veces mayor que su tamaño, viene un revólver pulido, con un cañón extrañamente abrillantado y una culata de formica en la que se ha grabado RBA Editores. Desde el mismo momento en el que empuñas ese arma, cualquier poema que escribas será una amenaza para los demás, y tu voz se unirá a otras voces que gritan que van a disparar. Desde el escenario, desde el libro, desde el público, desde la televisión, todo el mundo augura que te va a disparar. Esa es la verdadera red social, un rizoma de cañones y sienes, un mapa sináptico en el que cada neurona encañona y es encañonada por las demás. Esto va a ser una ensalada de tiros si a alguien se le ocurre pensar. 
El pensar acciona el gatillo, pensar coloca la bala, pensar mueve el percutor. Millán Astray que estás en los infiernos, qué mal nos hiciste desenfundado la palabra, crucificando la inteligencia. Ahora, cada pensamiento silva un segundo antes de incrustarse en el pensamiento de otro. Ahora cada palabra es advertencia, es un banner del miedo, una valla publicitaria que grita y te señala. Los niños sueñan con pólvora, las mujeres visten de seda y kevlar, los varones cambian las corbatas por cartucheras. Cada palabra es bala, cada voz un disparo. Mato pájaros si recito al aire, mueren viejas cuando les pregunto se quieren que las ayude a cruzar la calle, pido un café y el camarero cae redondo. Ya no se puede abrir la boca sin lanzar un proyectil. 
Por eso, el que disparen a Bob Dylan, es mucho menos inquietante, menos opresor por su rapidez, y menos real-real, que el hecho de que le digan que van a hacerlo.

domingo, 24 de agosto de 2008

El segundo single de Capresse acaba de salir, ahí os dejo la letra por si os apetece leerla.







Cabalgando sobre un mar de luces y sin cobertura, así se fue. / Como Eva María. / Se fueron sus pechitos dulces y su flequillo al biés. / Y me la sopla, me la sopla sobremanera. / Es un uno por ciento del miedo que siento comparado con que corten Internet. / Si escuchas esto es que en la espalda tengo tres puntos rojos que marcan una muerte isósceles, / como hace el cabrón de predator. / Si lees esto es que la lucha siempre fue inútil, / y que en tus uñas mi sangre cristaliza en forma de abrechapas. / Que te jodan con la impunidad del rayo, es más, / en mi recuerdo nos joden a ambos en aquella piscina de hotel infecto, / envidiando a un niño de cuatro años que quiso darte crema. / Todo, de aquí hasta entonces, empieza a bailar sobre el sumidero, / en un pequeño tornado, / como si la bañera succionase un pezón de madre, / como si el viento arrastrara todos los gritos de estas cuatro paredes en las que duermo desde hace años. / Si escuchas esto es que estás muerta. / Si escuchas esto es que estamos muertos. / Si oyes esto, haz un post, por el amor de Dios, / que ambos sabemos que la posmodernidad ahoga pero no aprieta, / y que uno acaba ahorcándose con la misma facilidad con la que se pega un tajo en el antebrazo al cortar un melón./
Dejaste semillas en mi almohada que crecen durante la noche, / floreciendo en el hueco de mi oído. / Cuando algo se acerca al tímpano, / uno siempre tiene la sensación de estar en presencia de alguien. / Tu cuerpo se desliza entre las sábanas durante el sueño, / y no lo advierto hasta la tarde siguiente, / cuando recuerdo la pesadilla húmeda, / la piel pegada, / el codo dándome en la L7 para querer echarme de mi cama. /
Tu ojo clínico sigue en el alféizar de la ventana. / Mirando hacia fuera, / contemplando sólo ciento setenta grados de atardeceres exhaustos. / Detrás sólo hay sangre. / Es cierto. / A pesar de que te pese, tras de ti, sigue habiendo sangre. 
sangre, /
sangre, /
sólo hay sangre.

martes, 8 de julio de 2008

POESÍA INSÓLITA (I)




El filósofo de origen pacense Jorge Miguel Luchán siempre fue de corte marxista. De corte de barba, principalmente, ya que una frondosa mata de pelo blanco y alámbrico cubría la mayor parte de su rostro. En ella se orillaban las migas de pan y las gotas de saliva cuando soltaba el vehemente discurso comunista en la tertulia del Bar Manjón. A la edad de 64 años, durante el verano que pasó en su casita de Malpartida, unas graves fiebres fueron mermando su salud hasta convertirle en huesos, pellejo y barba.
Ni el curandero de la aldea, que se había sacado el título en un curso del INEM, supo a qué se debían los estados febriles, pero lo que sí tenían todos claro es que la espesa barba investía de una ridícula proporción a la cabeza con respecto a un cuerpo escuchimizado. El barbero del pueblo acudió con unas tijeras de podar y su navaja Filomena, a la que le sacaba el brillo todas las mañanas. Tras desmochar aquel galimatías de pelos se percató de que a la altura de la papada, Jorge Miguel Luchán tenía tres garrapatas adheridas a la piel del tamaño de una moneda de dos euros cada una. Procedió a la extracción con aceite y pinza. En los siguientes días, el enfermo se recuperó hasta lograr un estado de salud perfecto. Sin embargo el brillo de sus ojos despedía un cierto aire místico que no tenía antes de la afección. Un brillo que entroncaba con una personalidad ahora ascética, contemplativa, monacal. Fue en esta segunda etapa de su vida cuando escribió su único libro de poemas “Capitalismo Metafísico”, que le valió un puesto de renombre entre los poetas finiseculares del XX, y cuyo primer poema comienza con los fabulosos octosílabos:

Cómo factura Iberdrola
la luz al final del túnel.

sábado, 5 de julio de 2008

viernes, 4 de julio de 2008

Me ha parecido oportuno dejaros aquí una canción de un grupo de mi barrio que se llama CAPRESSE, y que acaban de grabar su quinto disco.







El día de momentos imperfectos (título endecasílabo)

Estoy harto de cerrar los bares y de buscar a tientas una buena película en el periódico. / Tengo todos los canales abiertos y no entran más que opiniones y consejos, y vidas y sucesos. / En serio, todo esto empieza a no importarme. / Estuve anoche a punto de suicidarme, pero al final encontré un 24 horas y compré una caja inmensa de Choco Crispies. / De esta manera muero más lentamente, en una agonía chocolateada. / Me los fui comiendo a lo largo de la Gran Vía. Me lanzaba a la boca un copo y con otro intentaba darle a algún objeto de mobiliario urbano. / Eran las cinco de la madrugada, la hora del taxista vampiro. / Copo a la boca, copo a la farola. / Sumergido en este juego de puntería me di cuenta de la cantidad de gilipolleces que se hacen sin pensar. / Copo a la boca, copo a la cabina. / Y resolví que si alguna vez llegara a escribir un poema-dios-no-lo-quiera, tendría que tener ese mismo punto de movimiento involuntario, de acto reflejo, de auténtica gilipollez. / Copo a la boca, copo a la punta de mi zapato. / Un poema escrito como si fuera una cámara tras el cristal del espejo del ascensor. / Un poema de sacarse el moco, un poema de atusarse el pelo, un poema oliéndose el ombligo, un poema subiendo la bragueta. / Un poema tocando bragas. / Copo a la boca, copo al copo. / Enderecé por Amaniel. / Un poema lo más alejado posible de una junta de accionistas, pensé al cruzar Comendadoras. / Un poema tan involuntario como la declaración de la renta. Un poema que fuera sólo presencia. / Copo a la boca, boca al copo. / Y llegué a casa, y aún llené un bol de Crispies con leche semidesnatada, para acabar de empacharme y sentir la noche más caliente, llena de sudor, de nostalgia de lo no vivido, / como por ejemplo no vivir en Canarias. / Yo qué sé. /
Y escribí este texto, mientras con el dedo del pie levantaba poco a poco la lámina de falso parqué. /
A partir de ahora una norma: no escribir lo primero que se me pase por la cabeza. / Los poemas no sé, / pero las buenas canciones salen mejor pensadas.


Y escribí este texto, mientras con el dedo del pie levantaba poco a poco la lámina de falso parqué. (bis)

martes, 24 de junio de 2008

Cluedo poético

La poesía ha muerto. Sus movimientos actuales no reflejan la menor vitalidad; ni siquiera muestran las agónicas convulsiones que preceden a la muerte; no son más que las mecánicas acciones reflejas de un cadáver sometido a una fuerza galvánica.
(Arthur Danto)


La poesía ha sido asesinada. ¿Tienen alguna pista?

(yuxtaposiciones 08)



Tiempo de juego: unos tres días.
Jugadores: de tres a seiscientos o más.
Elementos: tablero (que representa el plano de la casa encendida), poemas en ristre, ojos para qué os quiero, revista del festival, conferencias, recitales, talleres, webs y pastillas de colores.


INSTRUCCIONES:

Objetivo: Ser el primero en descubrir, a través de la deducción y la eliminación, al asesino de la poesía, supuesta propietaria de la casa, y también en cuál de las nueve habitaciones del festival fue asesinada y cuál de las seis armas fue utilizada.

SOSPECHOSOS:

Miss Gomringer (rojo)
Mr. Domeneck (blanco)
Coronel Pedrals (mostaza)
Mr. Sutherland (verde)
Prof. Tisselli (morado)
Mr. Pla (azul)



APOSENTOS:

-Sala de conferencias
-Textbox
-Humanimalidad
-Concierto
-Taller
-Ventana
-Pantalla
-Recital
-WC


ARMAS:

-Midipoet (dispositivo anárquico-digital que acaba de manera implacable con el "vengo aquí para leer mis poemas y de paso os muestro unas imágenes en la pantalla del ordenador")

-Micrófono laringal (no intenten repetirlo en sus casas y, menos aún, después de comer: puede producir una muerte fulminante o bien lenta y muy dolorosa)

-Palimpsesto (si se mezcla con vídeo y animación es como el arsénico, pero mejor)

-Papá Gomringer (suicidio inducido entre avenidas y flores. Crea la súbita necesidad de colgarse de algún árbol que haya cerca)

-Fonética contundente (mata de un fuerte golpe en la parte posterior del cráneo, mientras uno se debate inútilmente intentando traducir lo que escucha)

-Torsión intestinal (manipulación de las vísceras de los espectadores hasta dejarlas irreconocibles, de tal manera que el corazón se vuelva escatológico y el pene, un intelectual. No es letal en pequeñas dosis, pero tiene efectos secundarios indeseados)

DINÁMICA DEL JUEGO:

Cada jugador da la vuelta al tablero, yendo de habitación en habitación; eliminando sospechosos, armas y aposentos de sus preguntas, y anotando las deducciones en cuaderno, hasta que alguien está preparado para realizar una "acusación".


ESTRATEGIA:

Cuando se está prácticamente seguro de uno de los tres interrogantes resulta especialmente conveniente plantear hipótesis que confundan a los demás jugadores.


Me preguntarán ustedes que por qué lo de cotidiana, en una muerte que parece más que concluida. Pero es que no está concluída del todo: es que sigue exhibiéndose y explotándose el cadáver. Y nosotros tenemos la obligación -o el placer- de matarla cada día, si queremos gustar de la poesía.
(Félix de Azúa)






viernes, 20 de junio de 2008

Más enfermedades

CASPA se complace en presentar, en estos tiempos de fútbol y seborrea, al nuevo fichaje del verano. A partir de hoy mismo nos acompañará con saña y prosa plástica la misteriosa Miss Psoriasis. Bienvenida.

lunes, 9 de junio de 2008

I.A. Inteligencia Autónoma

Cocinan platos que ni ellos mismos comerían
declaraciones de Santi Santamaría a propósito de la cocina moderna




Hay una especie de círculo vicioso entre el productor y el producto, un trayecto enigmático y misterioso que se puebla de fantasmas y sueños de la razón.

En el imaginario social persiste aún el icono decimonónico del charlatán calvo vendiendo crecepelo, la del curandero cojo, la del óptico con lentes descomunales, personajes todos ellos que no sólo acaban mordiéndose la cola, sino triturándosela y atragantándose con ella. 

Hay una cierta tendencia a demonizar la economía del autoabastecimiento, a crear un universo de duda en el hueco donde el neocapitalismo factura la plusvalía. La producción, que en el mercado siempre tiene un signo positivo, se vuelve inexacta e inconcreta si cumple fines de retroalimentación.

Si el dueño de la Ford tiene un Mercedes, las acciones suben. Si Bill Gates usa un Mac, todos ganamos. Si el herrero corta con cuchillo de palo, todo está bien. Parece una tarea necesaria la de deshumanizar el producto para que éste adquiera valor, desprenderse de su contingencia, volverlo innecesario y ajeno para el propio fabricante. Dejar de amarlo para que empiecen a amarlo otros. En cierta manera, «estar en el mundo» se convierte en la conclusión de un silogismo cuyas premisas son: Yo produzco mierda, a la gente le gusta la mierda.

Los tiempos modernos no gustan de curvaturas ni parábolas en la subsistencia, prefieren las conductas lineales y ascendentes, canonizan las ecuaciones x+1=y cuya manifestación sobre el eje de coordenadas es un homogéneo itinerario hacia el éxito. Y destruyen cualquier posibilidad de dibujar una espiral que se cierra sobre sí misma, que describe un camino hacia el centro de uno mismo.

El feedback suena pretérito, onanista, egocéntrico, insustancial para la buena marcha globalizadora, es insumiso, es decadente, es un círculo que encierra al propio individuo y lo aísla, lo hermetiza, lo blinda frente a un coliseo social donde todo el público ha bajado de las gradas y lucha sobre la arena.

De pequeño siempre me pregunté por qué la mujer del kiosco no parecía darse un baño de maravilloso azúcar todos los días. Ahora que soy mayorcito y conozco las leyes del mercado porque no hago otra cosa que comprar, ahora, me doy cuenta de que disfrutar con lo que se vende es perder por partida doble. Pierdes la mercancía y pierdes el valor de ésta.


Todo lo explicado hasta ahora dibuja en cuatro sencillos trazos la trágica trayectoria (tra, tra, tra) literaria de un universo despoblado de autoestima, de autocrítica y de autorreflexión. Canonizamos los procesos que nos llevan a desposeernos de lo que somos y adquirir con fervor lo que nunca seremos.

El poema ha dejado de ser un núcleo de autogestión, una partícula voluntaria y somatizada que funcionaba al mismo ritmo de sístole y diástole que el autor. Ahora el poema ingresa en el mercado nada más ser pronunciado. Se escapa, se aleja, corre a dos millones de baudios por segundo, es una partícula lumínica que nunca mira hacia atrás. Y es así como se gana. Y es así como se triunfa. Y ésa es la manera de pronunciar la presencia en este mundo.

Y sin embargo, concluiréis, queridos amigos, que éste no es vuestro caso, que a vosotros la cosa os mana de dentro. Que el poema del diabético está compuesto de versos hiperglucémicos, que la poesía del gordo está en alejandrinos redondos, que el huérfano escribe en versos blancos y que la niña sólo hace estrofas sobre la arena de la playa. Sois simples variaciones de un mismo producto. Como el Scottex de doble capa, de triple capa, de cuádruple capa, de olor a menta, acolchado, extra-largo, familiar. Si algo quería hacer al escribir todo esto, no era precisamente pensar con qué se limpia uno, sino más bien invitar a una reflexión sobre nuestro propio culo.

sábado, 24 de mayo de 2008

CARRASPEAR

carraspear (de or. expresivo) intr. Hacer voluntaria o involuntariamente con la garganta una especie de tosecilla para dejarla limpia para empezar a hablar, por nerviosidad, por burla, etc.


Hay que carraspear. Es necesario y, por qué no, obligatorio limpiarse la boca con jabón. Ya lo dice doña María -que es de todo menos vírgen- para empezar a hablar. Pero María -que es muy lista- añade además que puede ser síntoma de nerviosidad aunque no debe descartarse la burla. Me acuerdo siempre de unas declaraciones apostólicas del pianista Keith Jarret en una entrevista: el periodista, que pertenece a la vieja escuela renovada del morbo jimenezlosanarosaquintano, le pregunta por qué, en ocasiones, detiene sus conciertos para echarle la bronca al público. Jarret, como todo pianista, no puede menos que ser sincero; porque hay veces que ellos mismos no se dan cuenta de que no están prestando atención.
Tratar al público como si fueran diez mil cabezas de ganado trashumante es, en última instancia, un acto de perfecta coherencia. ¿Por qué carraspea el público? ¿Quién tiene que empezar a hablar? Ya lo dijo Rilke en sus cartas a un joven probeta -¿era así?- Cuando habla alguien grande y único, los pequeños deben callar.

Es por este motivo que el silencio, la ausencia de carraspeo es, en ocasiones, todo un discurso que se apoya en otro audible, visible, palpable. Bienvenido sea, entonces, el carraspeo -voluntario e involuntario- que nos lleva a aclarar las ideas para poder, de forma clara y limpia, empezar a hablar.

viernes, 9 de mayo de 2008

Leer, ¿para qué?: Santiago Alba Rico en la II Jornada de reflexión sobre la lectura de Cuenca

Mientras se multiplican los medios tecnológicos de registro y archivo de la humanidad, flaquea y agoniza la memoria individual de los humanos. Pocos somos capaces ya de recordar un poema, una canción, una cita de memoria; pocos somos capaces de recordar -como un fuego vivo bajo nuestros pies- los acontecimientos más recientes: la caída del muro de Berlín es para las nuevas generaciones tan antigua, tan inexpresiva, tan irrelevante, como la caída de Roma; incluso la invasión de Iraq es tan remota y está tan desprovista de sentido como la conquista de Granada o las Cruzadas. La Historia ha desaparecido en el instantáneo y sucesivo consumo de imágenes muy intensas, muy solubles, que no dejan más rastro que el apetito de una imagen nueva, de una visualidad ininterrumpida: la mirada se ha convertido en una extensión del sistema digestivo.

En estas condiciones, los libros no hace falta ni quemarlos: se descatalogan solos a medida que salen de la imprenta. En estas condiciones, los libros -pobrecitos- no pueden denfenderse a sí mismos. En la mitad pobre del mundo son inalcanzables; en la mitad rica se distinguen ya mal de una chocolatina o de un electrodoméstico. Si queremos salvarlos -junto a los elefantes, los glaciares y los niños- habrá, por tanto, que cuestionarse el modelo en su conjunto. Si queremos salvar a Joyce y a García Lorca -aunque sólo queramos salvar a Joyce y a García Lorca- tendremos que salvar los elefantes; si queremos salvar La Iliada y el Quijote -aunque sólo queramos salvar la Iliada y el Quijote- tendremos que salvar también los glaciares y los niños.

Pero, ¿por qué salvar los libros? ¿Para qué leer? Es verdad que la lectura enseña, pero también enseña cosas erradas o perjudiciales. La lectura libera, pero también ata a prejuicios y sinsentidos. La lectura entretiene, pero es más entretenido el sexo, la montaña rusa o la televisión. La lectura informa, pero también manipula. La lectura hace pensar, pero, ¿quién quiere pensar? La lectura puede cambiar el mundo, pero hoy casi nos conformaríamos con conservarlo. La lectura ayuda a conservar el mundo, pero mucho me temo que no podremos conservarlo sino con las manos y todos juntos. Entonces, ¿para qué leer?

El crítico y escritor George Steiner sostiene que precisamente en esta indeterminación -anfibia entre el bien y el mal- radica la fuerza de la literatura. Yo diría que radica más bien en el hecho de que esta indeterminación es absolutamente determinada. Es decir, en que esta indeterminación luce una caperuza roja o una barba azul; o se nos presenta “pequeña, peluda, suave, tan blanda por fuera que se diría toda de algodón”; o parece “verde que te quiero verde”; o tiene cincuenta años y es “de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza”; o ha nacido en un lugar concreto llamado Macondo.

La vida, decía Kafka, es un enigma del que hemos olvidado la clave. Los libros, al contrario, son claves -llaves- cuyo enigma no hemos localizado todavía. Las grandes novelas, los grandes relatos, los buenos poemas, dan respuesta a preguntas que aún no nos hemos hecho, que todavía no hemos encontrado. La vida es un cuaderno de ejercicios; los vamos haciendo sin saber jamás si hemos dado o no con la solución justa. Frente a ella, los buenos libros proporcionan siempre soluciones justas -precisísimas- a problemas que luego hay que reconocer y plantear. Sabemos que está ahí la solución, pero no sabemos cuál es ni a qué dilema responde. Sabemos, en todo caso, que se trata de problemas radicales y generales cuya solución es una flor concreta de retama agarrada a la falda del Etna, una niña concreta que quiere tocar el violín y acaba trabajando de cajera en unos almacenes, un pirata concreto con una pata de palo concreta y un loro concreto posado en el hombro; o una concreta mañana de mayo en que un viejo lama concreto llega a la concreta ciudad de Lahore. Cada vez que leemos a Leopardi o a Carson McCullers o a Stevenson o a Kipling nos embarga la certidumbre maravillosa de haber llegado a alguna parte, aunque no sepamos a dónde, y de haber resuelto alguna adivinanza, aunque no sepamos cuál.


El enigma de una solución concreta -una flor concreta, una niña concreta, un pirata concreto, un lama concreto- es que no sabemos a qué enigma responde. Por eso, la maravillosa satisfacción, la apaciguadora certidumbre de los buenos libros va acompañada enseguida de una insatisfacción no menos intensa: porque una clave sin enigma es un nuevo enigma cuya solución habrá que buscar en un nuevo libro. De ahí que leer sea tan peligroso; empezar es azaroso, imprevisible, incoercible; terminar es imposible. Hay un cuentecito en el que un sabio oriental trata de concentrar toda la sabiduría humana en una página, luego en una frase, por fin en una palabra; y acaba por sumirse en el silencio e imponer silencio a todo el mundo. Hay escritores que sueñan con escribir el último libro, el libro definitivo, el libro después del cual ya no habrá que leer más libros. Y están las religiones llamadas del Libro, que consideran que la Biblia o el Corán vuelven ociosos o redundantes todos los libros y que, a fuerza de imponer la lectura de un solo libro, acaban por impedir precisamente la lectura. El monoteísmo, el monobiblismo, es el silencio del mundo antes del big-bang de la creación.


La lectura no tiene fin porque se compone de muchos comienzos y sólo podemos comenzar algunos de ellos antes de que nuestra vida termine. No es un proceso, como la reproducción de la vida o la acumulación de riqueza, sino una sucesión, sí, de paradas y comienzos (como el recorrido de un tren o la línea de un autobús). Sólo los niños muy pequeños, los militares y los capitalistas cuentan los números. Las cosas finitas, los hombres concretos, son incontables. Por eso no los contamos sino que los contamos. No hacemos cuentas con ellos sino cuentos. Por eso, al mismo tiempo, la literatura es lo contrario de la tecnología: podemos decir que el ordenador ha suprimido la máquina de escribir, pero no que Coetzee ha suprimido a Balzac o Roberto Bolaño a Dickens. En todos ellos encontramos por igual la emoción alboral de ese nuevo comienzo contenido en el había una vez de los relatos: el placer cardinal, el suspense local -localizador- de que haya algo en lugar de nada (o de yo mismo); la excitación subracional de que ocurran cosas que no hemos decidido nosotros y que pueden cambiar una vida concreta en un espacio concreto -quizás también nuestra vida y nuestro espacio.

Pero, ¿quién puede querer dedicar su vida -un solo minuto de su vida- a acumular soluciones para las que hay que buscar luego un enigma? ¿A encadenar respuestas a las que aún les falta la pregunta? Cualquier ser humano que tenga problemas; es decir, cualquier ser humano digno de ese nombre.

¿Y quién puede querer concentrar su atención -un solo minuto de atención- en un terreno en el que hay innovaciones y descubrimientos pero no progreso? Cualquier ser humano que tenga antepasados; es decir, cualquier ser humano digno de ese nombre.

Entonces, ¿para qué leer? Marcel Proust escribía que, de la misma forma que no percibimos la rotación de la tierra, tampoco percibimos el paso del tiempo y que las novelas son por eso -y la suya más que ninguna otra- relojes paradójicos que, al acelerar el tiempo, lo introducen allí donde habitualmente no sentimos su movimiento. Se dirá que no tenemos tiempo para la lectura. Pero esto es como decir que no tenemos tiempo para el tiempo; que no tenemos tiempo para la duración. Tenemos tiempo, en cambio, para ignorarlo durante horas, para abolirlo ilusoriamente durante días; para despreciarlo durante toda una vida. Tenemos tiempo para ir a Australia, pero no para llegar hasta la cocina o hasta la casa de enfrente; tenemos tiempo para fotografiar un millón de veces las Pirámides, pero no para levantar en la playa un castillo de arena; tenemos tiempo para dar la vuelta al mundo en una pantalla, pero no para pelar una patata. Tenemos, claro, ese minuto que basta para la destrucción de un mundo, pero ya no los siete días que hacen falta para crear uno. Tenemos tiempo, en fin, para la digestión y para la televisión, pero no para la duración.

Los libros no quitan sino que dan tiempo, nos devuelven el tiempo; nos devuelven precisamente el tiempo geológico que necesitan las montañas para formarse, los niños para crecer, la atención para fijar la mirada, las manos para prestar cuidados, la lengua para conservar su riqueza, los cuerpos para conocerse, la inteligencia y la imaginación para interesarse por un objeto o un ser humano concretos. En ese tiempo -que el reloj del relato nos restituye y que es el tiempo propiamente humano- pueden ocurrir cosas terribles. Pero sin ese tiempo, las buenas, las mejores, aquellas de las que dependen la salvación de los elefantes, los niños y los glaciares, son imposibles. El problema hoy no es el desprecio por la realidad sino el desprecio por el relato, la degradación de esa trabajada ficción -aprendizaje del tiempo- desde la que hemos venido juzgando durante los últimos siglos la consistencia real del mundo exterior. Se puede leer y abandonar a los propios hijos; se puede leer y conquistar a sangre y fuego otro país; se puede leer y colaborar en un genocidio. Pero, ¿cómo va a impresionarnos la muerte de Aischa y Omar en Bagdad si no nos impresiona la muerte de Jo en Casa Desolada? ¿Cómo va a afectarnos el dolor de los palestinos si no nos afecta el de los liliputienses? ¿Cómo vamos a interesarnos por el destino de la humanidad si no nos interesamos por el de los unicornios o el de los mulefas?

De la misma manera que ningún argumento de un ateo sensato podrá jamás persuadir a un fanático religioso para que use la razón, tampoco ningún argumento a favor de la lectura podrá jamás persuadir a un fanático fugitivo del tiempo, disuelto en sus imágenes intensas, para que lea a Stendhal, a Jack London o a Proust. Creo que en un mundo menos injusto habría más gente razonable; y creo que en un mundo más lento la lectura tendría aún una oportunidad. La justicia y la lentitud habrá que defenderlas a la intemperie. Entre tanto, por misteriosas razones que tienen que ver con el fracaso parcial de la lógica en los cuerpos concretos, siguen siendo posibles, como en los cuentos, las conversiones: bajo el contacto de un beso inesperado -un aburrimiento desarmado, un maestro heroico, un revés movilizador- algunas ranas se convierten todavía a la conciencia y a la literatura. Por eso, aunque sea en las catacumbas, tenemos que seguir pronunciando en voz alta el nombre de la justicia y la libertad: por eso, aunque sea en las catacumbas, tenemos que seguir pronunciando en voz alta los títulos de nuestras obras preferidas. Para salvar los elefantes, los glaciares y los niños -si conseguimos salvar los elefantes, los glaciares y los niños- estas palabras y estos libros nos serán indispensables.

domingo, 13 de abril de 2008

Ser poeta del mundo es muy sencillo



Es fácil olvidar la antigua voz.


La primitiva voz de los poetas.






Es posible que ahora, justamente ahora, inmersos como estamos en una ciénaga de dígitos, de premios, de polémicas sobre premios, de discusiones que hablan de corrupción dentro de la poesía (¿es que no nos damos cuenta de lo que estamos diciendo!?! ¡Hemos llegado a hablar de corrupción en la poesía!) sea necesario recordar, aunque sea imposible, que la poesía no empezó junto a una hoguera, no empezó cuando un tipo resuelto le contaba historias extrañas, jugando con una sonoridad mágica, al grupo que escuchaba expectante. No. La poesía no empezó allí;


la poesía estuvo y está allí. Puede, incluso, que terminara allí. Lejos del papel, lejos de las publicaciones, de las críticas, contracríticas, suplementos culturales (¡suplementos! ¿suplementos de qué?) y blogs. Los poetas, con el tiempo, nos hemos equivocado y nos hemos alejado de lo único que nos confería cierto sentido, de lo único que justificaba, en cierta forma, nuestra existencia: recitar para la tribu, para nuestra tribu, haciéndolo lo mejor posible, porque su contento es a lo único que podemos aspirar, y su agradecimiento es lo único que podemos aceptar como pago verdadero. El problema con los poetas de hoy, supongo, es que aspiramos conscientemente a ser poetas para todos, ignorando, muchas veces, a aquellos que tenemos cerca, a los únicos que podrían 'beneficiarse', de algún modo, de nuestra atención poética. Es mucho más difícil ser poeta para aquellos que comparten nuestro mundo, que comparten nuestro imaginario poético. Eso obliga a superarse, a crear, a innovar. La globalización es un afán, y una enfermedad de la cual la poesía se puede librar, los poetas, difícilmente.