jueves, 29 de noviembre de 2007

Confianzas (Querido Clayton)

Querido Clayton,


Con un exceso de confianza me escribe Usted, en inglés, para decirme que le interesa mucho el blog de CASPA y que se encuentra actualmente embarcado en un ambicioso proyecto que consiste en recopilar los mejores blogs de cada país. Opina que ''tengo'' uno de los mejores blogs de Botswana.
Sin duda alguna mi perfil le ha llevado hacia un equívoco remediable pero, a pesar de ello, debo constatar que no toda la culpa es mía. El problema, querido Clayton, es que Usted no ha leído ni una sola palabra del blog de CASPA. El problema es que Usted ha hecho un buen uso del buscador de blogger y ha localizado los perfiles que se ''sitúan'' en Botswana. Lamentablemente desconozco la situación actual de Botswana y mi ignorancia en esta materia me lleva a pensar que, por su e-mail, no debe de haber muchos bloggers botswanianos -si es que se dice así-. Sea como fuere, lo que me preocupa realmente es que su correo electrónico es un claro síntoma de la enfermedad que padece la Red y, de paso, la sociedad en general: aquí nadie lee nada.
Verdad que ha ocurrido un pequeño milagro tecnológico y que tengo, en mi bandeja de entrada, un e-mail suyo reclutándome para un proyecto mundial de blogs. Esto es, ciertamente, algo increíble. Pero, claro, el problema es que el milagro es tan poderoso, la capacidad de búsqueda y de filtrado es tan brutal, que no hace falta leerse el contenido del blog; única razón que justifica su existencia. Blogs que no se leen, poemarios que no se leen, autores que no necesitas leer y que pueden ser el objeto de una animada discusión en un foro virtual.
Como verá, querido Clayton, lo que me jode -si me permite la expresión- es que estoy seguro de que a Usted le importa una mierda la poesía, la CASPA, el destinatario de su proyecto y, si me apura, Botswana. La cuestión es crear una red. Una masa. Una masa informe donde todos estemos representaditos con nuestra chapita y nuestra banderita, mis compatriotas botswanianos incluidos, por supuesto.
Ahora que llega el año nuevo no estaría mal plantearse proyectos mucho menos claytonianos, mucho más locales, un proyecto que consistiera en leerse a dos autores por año, digamos. Leerselos bien, respirarlos, amar y odiarlos, vomitarlos, digerirlos y convertirlos en material apto para mitocondrias hipocondríacas.
Querido Clayton, no se enfade, yo aprecio recibir, de vez en cuando, un e-mail como el suyo, un e-mail con ciertos tintes globalizadores y un carácter ciertamente regionalista -algo absolutamente compatible y, yo diría, inevitable -.
No sé qué ocurrirá, querido Clayton, no sé si su proyecto cambiará un poco la blogosfera o si será, como promete ser, sólo otro ejemplo de que todo esto es una tontería, de que el tiempo de los trovadores y el cantar de gesta ha termiando. Que ahora todo es publicar, publicar en cualquier lado, de cualquier modo, con la vana esperanza de que, algún día, nos escriba el Clayton de nuestras vidas para llevarnos a un discutible estrellato binario.
Un exceso de Confianza, señor Clayton. Confianzas.

Confianzas


se sienta a la mesa y escribe
«con este poema no tomarás el poder» dice
«con estos versos no harás la Revolución» dice
«ni con miles de versos harás la Revolución» dice

y más: esos versos no han de servirle para
que peones maestros hacheros vivan mejor
coman mejor o él mismo coma viva mejor
ni para enamorar a una le servirán

no ganará plata con ellos
no entrará al cine gratis con ellos
no le darán ropa por ellos
no conseguirá tabaco o vino por ellos

ni papagayos ni bufandas ni barcos
ni toros ni paraguas conseguirá por ellos
si por ellos fuera la lluvia lo mojará
no alcanzará perdón o gracia por ellos

«con este poema no tomarás el poder» dice
«con estos versos no harás la Revolución» dice
«ni con miles de versos harás la Revolución» dice
se sienta a la mesa y escribe


Juan Gelman

miércoles, 14 de noviembre de 2007

CrASH

Hay cosas que me gusta imaginar. Imaginar que al de Bricomanía, en pleno programa, una sierra de calado le rebana el dedo, pintando de rojo bermellón el tablón incluso antes de ponerle el tapaporos. Imaginar que la mascota de Liliana en Pelo Pico Pata se muere de un cáncer que ha metastatizado por todo su pequeño y peludo cuerpo de ratón moteado. Imaginar que la Super Van de Barbie es sólo eso, una Super Van, no un centro comercial desplegable donde se pueden reunir ella y sus amigas y hacerse la manicura o tirarse en parapente. A veces me gusta imaginar que a Sánchez Dragó se le sale la dentadura postiza mientras pronuncia una de sus frases televisivas, donde los acentos y los énfasis verbales parecen una puta verbena de pueblo. E imagino que en un Telediario conectan con la M.I.R. y encuentran al astronauta masturbándose mientras mira por la ventana, como debió hacerlo Hitler desde su Nido del Águila. Yo creo que esto es una manera de poetizar las cosas, de resolver conflictos con un mismo y con su visión personal de lo trascendente. Creo que es ese aporte ingenuo y displicente que necesita el medio y al mismo tiempo esa crítica y esa amargura que necesita uno mismo para posicionarse frente a ello. Crear una nueva realidad a partir de la incongruencia, es decir, generar una nueva idea partiendo de la degradación misma de la idea, somete a una tensión extraordinaria no sólo al sujeto del juicio, sino también al individuo que lo juzga.
La literatura, la poesía y el ensayo, vendrían a estresar la realidad para que ésta misma se decantase, tomase un rumbo fijo, un camino nuevo. Es como cuando House duplica la enfermedad del enfermo para encontrar la cura.
Se sabe que ante la inminencia de un accidente al volante, el cerebro (en esa fase en la que dicen se recuerda toda la vida) sobrepasa el instante de la colisión, establece el obstáculo antes del impacto, choca antes de chocar. Esa fracción de segundo entre la liberación mental y el encuentro con el muro, ese “estar muerto antes de estar muerto” es, efectivamente, otra vida.
Y es a esa dictadura letal a la que hay que someter la realidad para poder poetizarla, ahora que ya no hay muros, ahora que no hay márgenes de contención, ahora que los límites han desaparecido, propongo la construcción de murallas de impacto, de obstáculos contra los que reventar objetos, vidas y atmósferas, con la única pretensión de lograr arrancar nueva existencia a las cosas. Un “arrecife” contra el que estrellar las olas de lo contemporáneo, una pared lisa de crítica donde exprimir la realidad, licuarla y verterla en una copa de Gin. Consumir sin moderación.
Porque si seguimos tragando esta horizontalidad de las cosas, si dormimos en el mismo plano que vivimos, si eructamos igual que hablamos, si gritamos igual que callamos, la homogenización de nuestras conductas hará que no sepamos distinguir lo aburrido de lo abstracto, quién tiene la polla más grande o qué diferencia hay entre una mujer que huele bien y un coche de 140 caballos.
Propongo escribir dos milésimas de segundo antes del impacto. Dos milésimas para dar un giro de 180 grados. Comenzar a redactar mientras la sangre tiñe la Black & Decker, cuando el ratoncito da el último suspiro, cuando la piñata de Sánchez Dragó sobrevuela el mar de libros, en el momento en el que el semen se suspende en el aire, describir lo que puede suponer para Barbie el hacerse Madrid-Algeciras conduciendo una Roulotte sin hipódromo, sin cuatro turbinas de aire acondicionado ni un helipuerto con cuatro helicópteros Apache amablemente posados.

viernes, 9 de noviembre de 2007

Me van a tener que matar

De momento me toca ocupar este tiempo que hay entre poema y poema. Es algo complicado y sucio que, en el fondo, no le deseo a nadie. Con las leves e insatisfactorias excepciones obligatorias (recital y cual, pecho izquierdo y derecho, vino y fue) apenas tengo para hacer la digestión.
De momento habrá que seguir a la espera de convertirse totalmente en poema, de ser sólo poema e incluso, mejor, el recuerdo difuso en la cabeza de alguien que escuchó una vez algo que igual era un poema y que recuerda que le gustó, pero no sabe muy bien por qué.

No hace falta seguir engañándose, el problema principal es que la vida le quita mucho tiempo al poema. Y encima hay gente que se plantea escribir artículos sobre el tema, publicar en blogs casposos que sólo leen los desalmados, enamorarse y, lo más aberrante, ser feliz. No señores, no podemos pretender nada de esto, la vida está acabando con la poesía.


Pues nada, me van a tener que matar.