miércoles, 26 de septiembre de 2007

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La propia existencia de espacios como CASPA puede plantear, como mínimo, dos preguntas básicas: ¿Por qué existen? Y otra más compleja: ¿Qué hace falta para que dejen de existir?
El origen de la CASPA suele estar repleta de mitos y creencias populares. La CASPA aparece porque hay un problema inherente al sistema. Claro que esto, en el fondo, dice muy poco o no dice nada en absoluto. La CASPA es consecuencia de una ruptura con el establishment. Bueno, esto tampoco aporta demasiado porque no queda muy claro cuáles son los círculos de poder en la poesía. Que existan parece un hecho innegable pero no hay un consenso sobre cuáles son. Y de existir ese consenso no dejaría de ser, obviamente, otro círculo de poder. ¿Entonces contra qué o sobre qué gira este Círculo? En principio parece que hay tantos focos ‘enemigos’ como poetas y críticos hay sobre la faz de la tierra. La sociedad asocial del siglo XXI, con sus guerras preventivas y terrorismo sin cabeza visible, con su prensa sin cabeza visible y la inusitada figura del prosumer (productor/consumidor) de la web 2.0 que se convierte en una ‘autoridad’ ciega – disfrazado por lo tanto de imparcialidad – (este blog es un ejemplo, aunque otro ejemplo más notable es el blog de contracrítica citado en un post de Filvit Mamá hace unos días) no podía crear otro ‘enemigo’ (críticamente hablando) que sí mismo.
Por lo tanto, retomando – si es que se puede – el principio de este escrito de Dr. Divago, ¿Por qué existen los espacios como CASPA? Pues una posible respuesta sería la siguiente: porque necesariamente tienen que existir. Es decir, existen porque se responden en sí mismos. Esta respuesta sólo sería aceptable, claro, si consideramos -como consideramos algunos casposos- que ahora mismo no se puede hablar de una poesía ‘independiente’, de una poesía no condicionada por los medios, los premios y por los amiguismos, redes que no dejan de ser, en todas sus variantes, variantes de esta Red de Redes, de este Jerjes comunicativo que es la web 2.0. Claro que hay poetas (y muy buenos) que no están condicionados por estas redes, pero son pocos casos y algunos muy discutibles. El mundo de los premios literarios, por ejemplo, ofrece una diana fácil hacia el cual lanzar nuestras estocadas justicieras anti-sistema. Pero todos sabemos que la cosa va más allá.
Ahora mismo no basta con hacer la contracrítica de los críticos en un blog, porque es caer en lo mismo. Si aceptamos que el mundo poético en el Estado está viciado, debemos preguntarnos por quién. Y la respuesta no parece andar muy lejos.
Y así llegamos a la segunda pregunta ¿Qué hace falta para que dejen de existir los espacios que critican la atmósfera poética contemporánea? No creo que un cambio sea la respuesta. Seguramente el asunto circula entorno a palabras como ‘compromiso poético’ y ‘sinceridad creadora’. Palabras que no entiendo del todo –al igual que muchas de las que he escrito aquí hoy – y que me dejan a ratos deprimido, a ratos eufórico, leyendo poemas que no hacen más recordarme que podría estar leyendo otra cosa.

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