Aprovecho para robarle el título a Myrna (¡Quién le robara a Myrna el corazón! -ya ven, ha salido el poeta cursi que habita en mí que, cuidado, habita en todos) porque creo que el tema merece cierta reflexión.
Ciertamente en los recitales no es extraño que ocurra, por desgracia, un fenómeno bastante singular: el público 'pasa' del poeta, los otros poetas, por supuesto, lejos de escuchar al poeta, están pensando en dos cosas, a saberse: a) en lo que yo voy a recitar. b) en cómo he recitado.
Así podríamos concluir que, en el fondo, mucho recitales se realizan para el uso y disfrute de los propios poetas (en el momento en que están recitando). Claro que, como bien apunta Myrna, habría que reflexionar si esto es así por defecto, si es, hasta cierto punto, necesario que así sea incluso... si son necesarios los recitales o si tienen algún tipo de sentido. Igual sería mucho mejor apostar por las revistas poéticas en DVD, con grabaciones del personal recitando, para que cada cual lo disfrutara en su casa (y Poesía en la de todos). Es decir, que igual todos estos encuentros -que apoyo y resultan, casi siempre, interesantes de algún modo u otro- deberían enfocarse más como reuniones de personajes que están -o deberían estar- intersados en conocerse, emborracharse juntos y poner a parir a otros poetas ausentes. Algo que siempre gusta en los recitales.
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