Ya se sabe que los poetas levitan dos centímetros por encima del suelo. Eso dicen y puede que sea cierto (aunque ya me gustaría a mí que alguien consiguiera -sueño imposible- levantar la décima parte de una tonelada que mi poética personal arrastra últimamente). Bien, volviendo a la levitación: que sea o no sea cierto me es indisoluble, e incluso indivisible. Pero, en cualquier caso, es bastante notable la poca atención que muchos poetas prestan a la realidad hipocondriaca que nos rodea. Poetas, hay que leer los periódicos. Y no porque sea necesario -ni siquiera importante- ser un poeta 'social' (término que ha sido vilmente desprestigiado en las últimas tres décadas y que el gran José Hierro reflotó en uno de sus últimos recitales con cuatro frases, muy bien dichas por cierto, sobre el sinsentido de utilizar las palabras 'poesía social' como si fuera una especie de enfermedad paradójicamente ignominiosa) sino porque el mundo no es un sitio original y todo se suele repetir y reflejar en el fondo de sí mismo.
Con una lectura más atenta a nuestra maravillosa prensa nacional -corpus incorruptus del poderío españó- uno podría -con la ayuda de algo de tónica rebajada con gin- llegar a establecer una no tan absurda relación entre la situación de la joven poesía española y el llamado 'problema de la vivienda'.
Para empezar, de entrada, ambas tienen en común que adolecen de la misma enfermedad: una especie de gigantismo desproporcionado y visiblemente contagioso. Pisos a mansalva y libros por un tubo. Servidor tendría que hipotecarse para poder comprar toda la poesía joven que se publica en un año en este país de libreros, distribuidoras, editoriales y -por qué no- autores. Pero se trata, la mayoría de las veces, de libros de 25 metros cuadrados en el mejor de los casos y uno suele descubrir, cuando ya es tarde, que la constructora le ha puesto una imitación barata de granito en la encimera. ¿Y qué propone vuestro casposo rechoncho? Desde luego no propongo que se publique menos y, hasta cierto punto, ni siquiera estoy diciendo que se construya de más: como siempre, el problema es la inaccesibilidad.
La poesía joven se está reciclando en sí misma y el mundo editorial está apostando casi siempre por poetas que carecen de una voz de protección oficial. Sí, me estoy dispersando, lo sé -aunque nada hay más hermoso que la disgresión- pero, lo que estoy intentando decir es que los poetas ya no están al alcance de los lecotores que no leen poesía (algo interesantísimo y que exige mucho del poeta) y a los lectores que leen poesía, por lo general, no les interesa demasiado ningún libro. Todo el mundo sabe decir Tara y Elena Medel y la gente suele decir 'ah sí... Pardo y Bernier'. España es un país donde se construyen pisos para que nadie viva en ellos y se publican libros para que nadie los lea. Claro que las urbanizaciones se promocionan y es absurdo que yo sea capaz de nombrar ocho urbanizaciones madrileñas, dos burgalesas, ocho valencianas, tres cordobesas y, con todo, no poder decir de qué color han pintado las puertas, qué sonido hace la cadena del váter de cada cuarto de baño, si los domingos entra un sol apacible por la ventana del dormitorio o si, por lo contrario, se suele proyectar la sombra de una semana desafortunada. ¿A quién le interesa eso? A la maquinaria poética desde luego que no.
Tendrá que suceder como en EE.UU (la vida, por lo general, suele suceder como en EE.UU.) y tendrá que reventar esto por algún lado. ¿Por dónde? Tampoco puedo ofrecer una respuesta. Lo único claro es que nos estamos hipotecando a largo plazo y que salir del atolladero no será fácil.
Como dijo Ángel González en un verso: "estas cucarachas no leen los periódicos". Servidor el primero.
1 comentario:
Sobre este tema habría unas cuántas cosas a decir... Por ejemplo esto:
http://www.youtube.com/watch?v=MQNbpWjTHVM
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