me decía yo
y acabé en Parma
donde la cartuja
fears to tread
Allí aprendí lo que llaman la lengua de Petrarca, pero a mí nunca me ha gustado così chiamarla,
porque si hay algo que odio
es el tópico
y el tópico era el truco con el que los parmesanos todos
se me acercaban
creyéndose el solo parmesano
que se me acercaba
Y una vez más tuve que irme
Catada la Francia –que no es como la describen– un rossignol me señaló el camino de los Pirineos. Crucé por Portbou. Perdí las gafas. Pregunté por el espíritu del pueblo, porque de verdad no sabía nada. Me dieron un garrotazo. “No escarmientes nunca”, recordé el consejo, y pedí un libro en el que pudiera conocer la poesía del país. Cantes flamencos, se llama el que me dieron, recopilación de don Antonio Machado y Álvarez, a la sazón padre del drogadicto y del maltratador. Y aunque no entiendo un cazzo, aquí estoy leyendo
Si me s’ajuma er pescao
y desenbaino er cuchiyo
con quarenta puñalás
s’arremata el asuntiyo
Si me s’ajuma er pescao
y desenbaino er cuchiyo
con quarenta puñalás
s’arremata el asuntiyo
Me quedo.
No he de nunca volver, pero llevaré siempre en el cuor un pedacito de Rusia: ¿no conocen acaso el verso de mi hermano de padre
somos muertos de permiso?
2 comentarios:
Bien bebida La Forforina!
¡Vengo a su salud!
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