Poesía. Existen muchos debates sobre la poesía. Poesía de corte clásico o de corte vanguardista. Poesía visual, métrica, poesía recitada, lecturas de poesía, poesía poética y poemas antipoéticos. Todo es poesía menos la poesía, reza una antología. Poéticas y poetizados. La propia palabra se retroalimenta y copula consigo misma, suerte de incesto que no puede más que producir hijos bastardos. Hay un chiste que habla de esa onda electromagnética tan misteriosamente presente en el imaginario popular; la emisión que viaja, fuera del Tiempo, por el espacio. El chiste recuerda que hay un mensaje –que supuestamente contiene las esencias de la llamada ‘cultura’ de
‘¿Qué?’.
La reacción natural ante la poesía -y que sucede, pese a que se piense lo contrario, muy pocas veces, tan pocas que es comparable al número de respuestas del espacio exterior- es prácticamente la misma: ‘¿Qué?’ Pero el caso es que normalmente no se pronuncia esta palabra, sino otras –parecidas– que satisfacen por igual: 'no entiendo, es malo, es bueno, no sé…' Pero la clave de todo está en ese ‘qué’ cíber-espacial. ‘¿Qué?’ La pregunta que, en principio, establece el diálogo, verdadera meta de cualquier manifestación. Sin diálogo no somos más que un planeta flotando entre un montón de Nada. El planeta que existe por sí mismo, como hecho único e irrepetible no tiene sentido. Igual que el hecho artístico aislado no puede entenderse sin ser contrapuesto con otra manifestación. Porque, pese a que nos cueste aceptarlo, el planeta que emite y emite y sólo emite es, ciertamente, una cosa ridícula. Pese a la esperanza, pese a la nobleza del acto en sí es, en definitiva, una cosa ridícula y pequeña. El acto poético –que no el poema– exige una respuesta. Exige un lector, exige una crítica sentimental, una crítica vital, una crítica esencial. Todo acto poético sin respuesta debe entenderse como un acto fallido. Y no hay poesía fuera del acto poético. El poema guardado en un cajón será poema siempre y cuando dialogue con el propio poeta autor del poema, el íntimo poema de amor entre dos amantes es, con todo, la expresión máxima de la fusión del significante y del significado poético. Es por esta razón que la frontera de lo poético se extiende hacia el hecho que recibe más que envolver al ente que emite. Anotemos aquí que la difusión, en el sentido estricto de la palabra, no tiene nada que ver. Los mecanismos publicitarios no juegan ningún papel en este asunto, pese a lo que pueda parecer. El acto poético no se cumple en sí mismo, depende de otra cosa. Pero lo que generalmente se ignora es que la otra ‘cosa’ depende en esencia también del acto poético. Si algo nos mueve, aunque sea para vomitar, debemos aceptar que se ha cumplido el propósito del poema. Nos puede gustar o no, pero hay poesía. Y el chiste, por cierto, termina con una gran lección sobre ciertas actitudes bastante habituales ante los fenómenos poéticos: al final los mayores expertos de
‘¿Que qué, de qué?’
5 comentarios:
Menuda mierda. Pensaba que era una página sobre Cañita Brava.
Escoria.
Oye, duodécimo toto, sin faltar, ¿eh?
Mantengamos la educación ante todo.
Y no firmes "Escoria", que parece que autodefinas tu falta de modales, córcholis.
Siempre me han gustado los poemas pero al mismo tiempo siempre he detestado a todo aquel que se llama poeta a sí mismo. Me enferma solamente escucharlos hablar, mi piel se llena de granos y el cuello se me pone rojo. En realidad siempre me han gustado algunos poemas, el resto son basura vacía. Me gustan los surrealistas pero detesto los seguidores surelistas, etc.
Es la poesía el patrimonio de los nõños?
Pero, ¿los poetas no son todos unnos llorones?
?¿
qué?
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