Habría detectado que la vieja me apuntaba con la lima de uñas si mi aracnosentido no fuese tan selectivo. Sólo me permite ver las infracciones que comete la población activa. De los 18 a los 65 años. Ahora la media empieza a los 15. A los 15 un chaval te puede hacer una caperuza con tu propio escroto. Los hay que con 12 te pegan un tiro por ganarles al futbolín. Yo no estoy preparado para que el mundo se vaya a la mierda. No tengo por qué poner mis ojos en una vieja de 76 años. Es un sujeto prácticamente inanimado, entre la artrosis y las cataratas a veces no pueden poner ni Telecinco, ¿cómo voy a pensar que me puede clavar una lima a la altura del bazo? Le pedí disculpas, creí que yo había tropezado con ella, me llevé la mano al costado pensando que me había pinchado con alguna bisutería mal colocada sobre el astracán raído. En la palma de la mano se quedó una mancha roja como el agujero de una cerradura.
–Voy a llamar a la policía –dijo, levantando el arma de manicura hasta la altura de sus ojos entornados, como si me apuntase a través de una mirilla imaginaria.
Entonces la cerradura desapareció entre los pliegues de mi mano y le solté un guantazo que hizo tintinear todos los oropeles que llevaba colgados.
–Llame, llame, le dije. El otoño había empezado a platear los muros de la ciudad, todo me pareció íntimamente poético y doloroso. Fui pateando como un colegial su dentadura hasta el final de la calle.
1 comentario:
Es para vengarse de que no las miren que las viejas ocultan limas roñosas en el abrigo de astracán raído.
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