Existe una expresión latina que expresa maravillosamente el secreto vínculo que cada uno debe saber mantener con el propio Genius: indulgere Genio. Hay que ser condescendientes con Genius y abandonarse a él; debemos concederle todo aquello que nos pide, porque su exigencia es la nuestra, su felicidad es nuestra felicidad. Aunque sus -¡nuestras!- pretensiones puedan parecer insensatas y caprichosas, conviene aceptarlas sin discusión. Si, para escribir tienes -¡ah!- necesidad de ese papel amarillento, de esa pluma especial, si se prefiere además esa luz excelente que cae desde la izquierda, es inútil decirse que cualquier pluma haría el mismo servicio, que todo papel y toda luz son buenas. Si sin esa camiseta de lino celeste (¡por favor, no la blanca con ese cuello de oficinista!) no vale la pena vivir, si sin esos cigarillos largos de papel negro no toleras la idea de seguir adelante, no sirve de nada repetirse que se trata sólo de manías, que sería hora de sentar la cabeza. Genium suum defraudare, engañar el propio genio, significa en latín hacer triste la vida, engañarse a sí mismo. Y Genialis, genial, es la vida que aleja la mirada de la muerte y responde sin dudar al impulso del genio que la ha engendrado.
Giorgo Agamben
martes, 10 de julio de 2007
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