miércoles, 22 de octubre de 2008

Shoot again

Shooting person was not de big deal
Godfellas



En un momento de la película No direction home, documental de Martin Scorsese sobre la América de Bob Dylan, hay imágenes grabadas en las que al cantante, antes de un concierto, le avisan de que van a dispararle. Sin dejar de leer una revista, pero un poco intranquilo, Bob Dylan dice: No me importa que me disparen, lo que me jode realmente es que me lo digan.
Hay una templanza abandonada desde hace tiempo, una falta de lógica para saber de dónde procede el miedo. Aquellos que generan lecturas del mundo, ya sean poetas, literatos, políticos o brokers, han dejado de filtrar el pavor, de seleccionar los epicentros del terror, para crear una masa informe de aprensión. El miedo es una rutina, una imagen desdibujada por el uso, una incesante musiquilla de fondo, una alarma que está siempre sonando en el comercio que hay debajo de cada casa. Esta isonomía de la desconfianza crea una república independiente en tu casa, un parapeto mental que vigila los umbrales de acceso a lo propio. Fuera del poema sólo aúllan los lobos, a dos pasos de lo personal hay una negrura hostil que te mata y te devora. Y las palabras, y los actos, y lo performativo, se vuelven sobre uno mismo, son sólo reflejo de ese mundo aislado al que el individuo se ha visto convocado, empujado, condenado a una existencia insular por océanos de miedo, por aguas negras y profundas en todas las direcciones. 
Hace tiempo que dejamos de saber dónde nace el problema, dónde reside el tumor, para convertirnos en ciudadanos de un universo metastatizado. Turistas de lo ajeno, únicos reyes de lo nuestro, acojonados por vivir viviendo. Cada una de las piedras del gran muro han sido repartidas entre toda la población. A uno le llegó por carta, a mí me entró en un Happy Meal, al otro le salió de la tarta, hubo a quien le cayó del cielo, a varios se la prescribieron, otros la notaron en su boca, después de un largo beso. Cada uno con un ladrillo en su poder, empezamos a construir nuestros propios muros, apuntándonos a una especie de idiosincrasia fasciculada, que cada mes te da herramientas para ser cada vez más tú, cada vez más yo, sin rastro de lo nuestro.
Un mar de voces al otro lado de la muralla grita que te van a disparar. Incluso hay alaridos y frases que suenan ya como balas. Y piensas si tu muro es sólido, si aún hay tiempo para reforzarlo, y es entonces cuando en la entrega de noviembre, convenientemente retractilado sobre un cartón veinte veces mayor que su tamaño, viene un revólver pulido, con un cañón extrañamente abrillantado y una culata de formica en la que se ha grabado RBA Editores. Desde el mismo momento en el que empuñas ese arma, cualquier poema que escribas será una amenaza para los demás, y tu voz se unirá a otras voces que gritan que van a disparar. Desde el escenario, desde el libro, desde el público, desde la televisión, todo el mundo augura que te va a disparar. Esa es la verdadera red social, un rizoma de cañones y sienes, un mapa sináptico en el que cada neurona encañona y es encañonada por las demás. Esto va a ser una ensalada de tiros si a alguien se le ocurre pensar. 
El pensar acciona el gatillo, pensar coloca la bala, pensar mueve el percutor. Millán Astray que estás en los infiernos, qué mal nos hiciste desenfundado la palabra, crucificando la inteligencia. Ahora, cada pensamiento silva un segundo antes de incrustarse en el pensamiento de otro. Ahora cada palabra es advertencia, es un banner del miedo, una valla publicitaria que grita y te señala. Los niños sueñan con pólvora, las mujeres visten de seda y kevlar, los varones cambian las corbatas por cartucheras. Cada palabra es bala, cada voz un disparo. Mato pájaros si recito al aire, mueren viejas cuando les pregunto se quieren que las ayude a cruzar la calle, pido un café y el camarero cae redondo. Ya no se puede abrir la boca sin lanzar un proyectil. 
Por eso, el que disparen a Bob Dylan, es mucho menos inquietante, menos opresor por su rapidez, y menos real-real, que el hecho de que le digan que van a hacerlo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

ON FEAR, by Dr.MOUSELESHSKI (Traducción de Reinaldo Arenas)

La madre le dice al niño: ¡Quita de en medio!

El niño le dice al hermano: ¡Quita de en medio!

El hermano le dice al perro: ¡Quita de en medio!

El perro, que no sabe hablar, recuerda los sonidos acojonado bajo la mesa: ¡Quite den miedo! ¡Quite den miedo...!