One must produce media, never consume it.
R. CRUMB
R. CRUMB
¿Y por dónde empezar?
¡Ah sí! La poesía…
En ocasiones me consuela lo poco que realmente somos. Es algo parecido a la liberación que debe ofrecer el pesimismo más arraigado. Pero no nos engañemos, yo creo en el progreso de la especie humana, signifique lo que signifique la palabra progreso.
Si la globalización existe, si vivimos en un gran McDonalds, uno deberá intentar demostrárselo a 3.000 millones de personas que no tienen qué comer cada día. La globalización es una palabra que excluye a medio mundo.
¿Y lee poesía un mundo globalizado? ¿Y lee poesía un mundo que se muere de hambre? No. Claro que no. Por lo menos en eso no hemos perdido los humanos el sentido común.
La poesía es un lujo, un lujo caprichoso, como saludar a la mujer que nos gusta todas las mañanas y meditar sobre todas las cosas que uno podría haberle dicho, como elegir entre dormir o ver la televisión. Un lujo. La única diferencia con la poesía es que, por alguna razón, está muy prestigiada y reflexiones vacías como la que lee reciben más importancia de la que merecen. En el mundo hay lentejas en los supermercados que caducarán antes de que nadie las consuma (y mira que es complicado), en el mundo hay libros de poesía que nadie leerá nunca. Que nadie llegará a abrir. Si las lentejas no son un drama –y las lentejas nunca fueron un drama– la poesía no será menos.
En ocasiones me consuela saber que no hay remedio. Es algo liberador, permite dedicar tiempo a este tipo de cosas, a escribir sobre lo que es o no es la poesía, a meditar sobre lo que quizá podría llegar a ser si las cosas fueran de otra forma. El futuro dirá.
En otras ocasiones me imagino la partícula subatómica que mencionan en la película El príncipe de la tinieblas, de J. Carpenter, que viaja más deprisa que la luz. Un mensaje enviado con esta partícula hipotética viajará por el tiempo, hacia el pasado necesariamente, permitiendo una transmisión del futuro. ¿ Y qué será de la poesía?
El código llega, cifrado, y los expertos, junto a los ordenadores más potentes del mundo, analizan su contenido. Ya no existen las armas cargadas de futuro, ya no existe la fe ciega e ingenua en la palabra, ya no existen demasiadas razones para detenerse.
Porque ahora mismo estamos viviendo lo que cantaron los clásicos.
Porque, para bien o para mal, todos los versos del mundo se han escrito antes de este momento.
¡Ah sí! La poesía…
En ocasiones me consuela lo poco que realmente somos. Es algo parecido a la liberación que debe ofrecer el pesimismo más arraigado. Pero no nos engañemos, yo creo en el progreso de la especie humana, signifique lo que signifique la palabra progreso.
Si la globalización existe, si vivimos en un gran McDonalds, uno deberá intentar demostrárselo a 3.000 millones de personas que no tienen qué comer cada día. La globalización es una palabra que excluye a medio mundo.
¿Y lee poesía un mundo globalizado? ¿Y lee poesía un mundo que se muere de hambre? No. Claro que no. Por lo menos en eso no hemos perdido los humanos el sentido común.
La poesía es un lujo, un lujo caprichoso, como saludar a la mujer que nos gusta todas las mañanas y meditar sobre todas las cosas que uno podría haberle dicho, como elegir entre dormir o ver la televisión. Un lujo. La única diferencia con la poesía es que, por alguna razón, está muy prestigiada y reflexiones vacías como la que lee reciben más importancia de la que merecen. En el mundo hay lentejas en los supermercados que caducarán antes de que nadie las consuma (y mira que es complicado), en el mundo hay libros de poesía que nadie leerá nunca. Que nadie llegará a abrir. Si las lentejas no son un drama –y las lentejas nunca fueron un drama– la poesía no será menos.
En ocasiones me consuela saber que no hay remedio. Es algo liberador, permite dedicar tiempo a este tipo de cosas, a escribir sobre lo que es o no es la poesía, a meditar sobre lo que quizá podría llegar a ser si las cosas fueran de otra forma. El futuro dirá.
En otras ocasiones me imagino la partícula subatómica que mencionan en la película El príncipe de la tinieblas, de J. Carpenter, que viaja más deprisa que la luz. Un mensaje enviado con esta partícula hipotética viajará por el tiempo, hacia el pasado necesariamente, permitiendo una transmisión del futuro. ¿ Y qué será de la poesía?
El código llega, cifrado, y los expertos, junto a los ordenadores más potentes del mundo, analizan su contenido. Ya no existen las armas cargadas de futuro, ya no existe la fe ciega e ingenua en la palabra, ya no existen demasiadas razones para detenerse.
Porque ahora mismo estamos viviendo lo que cantaron los clásicos.
Porque, para bien o para mal, todos los versos del mundo se han escrito antes de este momento.
3 comentarios:
Hola, he leído tu mensaje en el dolmen y me he pasado por aquí, sólo decirte que aunque denso me gusta mucho el blog, quedas enlazado!
Además, los amigos de De Witt son nuestros amigos!
Besos!
¿Y sí la poesía
viajara más deprisa
que la luz?
Gracias por luchar, a vuestra manera, contra un mundo sin caspa.
Bravo.
Inicié un increíble viaje tras ver a una princesa.
Lo que puede querer decir que decidí interesarme por una tia buena que vi sentada en el metro.
Todo porque, tan inglesa como era, andaba devorando una copia de Todo es poesía menos la poesía - 22 poetas desde Madrid.
Desde ahí, o desde aquí, desde este Londres lluvioso que tan poco tiene que ver con Madrid, decidí explorar, y fue grande la alegría al descubrire esta otra isla del país de los poetas.
Navegué por sus costas (todavía fue pronto para llegar a los adentros), y descubrí su culto, que era el mismo que el mío, aunque ellos lo llamaban en su lengua, PH o algo así.
Definitivamente yo tambien quiero un pelo sano.
Definitivamente, yo tb debí de nacer PH neutro.
Saludos
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