domingo, 7 de noviembre de 2010

Eyjafallaökull II: la derrota de lo real

Hay poco que decir.

Todo el asunto es de una sordidez espeluznante.

Hace casi cinco meses reprodujimos aquí la atribución y desvelamiento del asunto del volcán islandés por parte del colectivo Ökull. Y ya en el primer párrafo sospechábamos que esto iba a ocurrir. Era previsible entonces, es evidente ahora.

Hemos asistido al eficaz silenciamiento de este hecho artístico, no por ello menos incontestable. Las autoridades de lo real, tras dejar que la inercia informativa continuara repitiendo las falsas noticias que el colectivo había pergeñado durante unas semanas (las mismas que el propio colectivo anticipó), han sabido aprovechar la débil memoria del consumidor de información masiva a favor de sus intereses.

No podía ser de otra forma. Una vez expuesto visceralmente el rastrero funcionamiento de los medios de comunicación, a sus estructuras de poder, que son también las de política y finanzas, sólo les han dejado dos opciones: negación u ocultación.

La negación habría sido un éxito para el colectivo, el tácito reconocimiento de su maniobra artístico-política. Así que optaron por la ocultación. Por supuesto, no cometieron el error de acabar con la performance mediática de forma tajante, lo cual habría despertado sospechas inmediatamente. Si no que sometieron al fenómeno a un progresivo cierre de flujo, por el cual el volcán fue paulatinamente desapareciendo de todas las mesas informativas hasta ser erradicado por completo, incluso de los archivos. El efecto es evidente y el volcán ya parece no haber existido jamás.

Los aviones volvieron a volar de inmediato, los islandeses recuperaron después un aire límpido y nuevo, casi recién plantado.

No obstante, la ocultación no supone sólo el éxito, sino el mayúsculo triunfo de Ökull. Si se trataba de meter la mano en el pozo del poder informativo para extraer el cieno y arrojarlo a la cara de los consumidores, la ocultación y el olvido no hacen más que revelar la necesidad de su acción.
Ahora, bien oculta y tapada por la nueva agenda de desastres y crisis, no es más que un montón de residuos radiactivos, desactivados a tiempo, antes de convertirse en el chernóbil que se llevara por delante los instrumentos capitalistas de control mental.

Pero, como tales residuos, seguirán ejerciendo su maligna influencia a través de la tierra y el tiempo. La duda que han sembrado es de tal calibre entre los que supimos de la verdadera naturaleza del volcán en tanto intoxicación informativa que no cabe ahora más que la megaduda hipercartesiana. Todo ha cambiado. La crisis, la guerra, el Papa. ¿Existen? Obama, la muerte de Hitler, yo mismo. ¿Son, están, pueden acaso ser verdaderamente nombrados? No se extrañen incluso si este ralo folículo resulta extirpado y no vuelve a crecer en estos cueros.

Dése usted cuenta: la mera existencia de las palabras que ahora está leyendo le hablan de su propia incapacidad para comprobar qué versión es cierta. Le revelan que opta usted siempre por la hipótesis probable, necesaria para sostener el mundo en el que cree. Pero que carece de la potencia cognitiva y, por supuesto, de los medios de información adecuados para hacerse con una idea real (porque ninguna idea es real) del mundo (que tampoco). Así que todo lo que sabe usted es una cuestión de fe, siquiera levemente empírica en el plano de lo que tiene más próximo.

Hemos de concluir, pues, que:

Cierre los ojos.

Extienda la mano sobre la mesa.

Perciba su tacto.

Créase eso.

Acaba de nacer.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Co He Ren Cia

Santiago Sierra rechaza el Premio Nacional de Artes Plásticas: