martes, 8 de julio de 2008

POESÍA INSÓLITA (I)




El filósofo de origen pacense Jorge Miguel Luchán siempre fue de corte marxista. De corte de barba, principalmente, ya que una frondosa mata de pelo blanco y alámbrico cubría la mayor parte de su rostro. En ella se orillaban las migas de pan y las gotas de saliva cuando soltaba el vehemente discurso comunista en la tertulia del Bar Manjón. A la edad de 64 años, durante el verano que pasó en su casita de Malpartida, unas graves fiebres fueron mermando su salud hasta convertirle en huesos, pellejo y barba.
Ni el curandero de la aldea, que se había sacado el título en un curso del INEM, supo a qué se debían los estados febriles, pero lo que sí tenían todos claro es que la espesa barba investía de una ridícula proporción a la cabeza con respecto a un cuerpo escuchimizado. El barbero del pueblo acudió con unas tijeras de podar y su navaja Filomena, a la que le sacaba el brillo todas las mañanas. Tras desmochar aquel galimatías de pelos se percató de que a la altura de la papada, Jorge Miguel Luchán tenía tres garrapatas adheridas a la piel del tamaño de una moneda de dos euros cada una. Procedió a la extracción con aceite y pinza. En los siguientes días, el enfermo se recuperó hasta lograr un estado de salud perfecto. Sin embargo el brillo de sus ojos despedía un cierto aire místico que no tenía antes de la afección. Un brillo que entroncaba con una personalidad ahora ascética, contemplativa, monacal. Fue en esta segunda etapa de su vida cuando escribió su único libro de poemas “Capitalismo Metafísico”, que le valió un puesto de renombre entre los poetas finiseculares del XX, y cuyo primer poema comienza con los fabulosos octosílabos:

Cómo factura Iberdrola
la luz al final del túnel.

sábado, 5 de julio de 2008

viernes, 4 de julio de 2008

Me ha parecido oportuno dejaros aquí una canción de un grupo de mi barrio que se llama CAPRESSE, y que acaban de grabar su quinto disco.







El día de momentos imperfectos (título endecasílabo)

Estoy harto de cerrar los bares y de buscar a tientas una buena película en el periódico. / Tengo todos los canales abiertos y no entran más que opiniones y consejos, y vidas y sucesos. / En serio, todo esto empieza a no importarme. / Estuve anoche a punto de suicidarme, pero al final encontré un 24 horas y compré una caja inmensa de Choco Crispies. / De esta manera muero más lentamente, en una agonía chocolateada. / Me los fui comiendo a lo largo de la Gran Vía. Me lanzaba a la boca un copo y con otro intentaba darle a algún objeto de mobiliario urbano. / Eran las cinco de la madrugada, la hora del taxista vampiro. / Copo a la boca, copo a la farola. / Sumergido en este juego de puntería me di cuenta de la cantidad de gilipolleces que se hacen sin pensar. / Copo a la boca, copo a la cabina. / Y resolví que si alguna vez llegara a escribir un poema-dios-no-lo-quiera, tendría que tener ese mismo punto de movimiento involuntario, de acto reflejo, de auténtica gilipollez. / Copo a la boca, copo a la punta de mi zapato. / Un poema escrito como si fuera una cámara tras el cristal del espejo del ascensor. / Un poema de sacarse el moco, un poema de atusarse el pelo, un poema oliéndose el ombligo, un poema subiendo la bragueta. / Un poema tocando bragas. / Copo a la boca, copo al copo. / Enderecé por Amaniel. / Un poema lo más alejado posible de una junta de accionistas, pensé al cruzar Comendadoras. / Un poema tan involuntario como la declaración de la renta. Un poema que fuera sólo presencia. / Copo a la boca, boca al copo. / Y llegué a casa, y aún llené un bol de Crispies con leche semidesnatada, para acabar de empacharme y sentir la noche más caliente, llena de sudor, de nostalgia de lo no vivido, / como por ejemplo no vivir en Canarias. / Yo qué sé. /
Y escribí este texto, mientras con el dedo del pie levantaba poco a poco la lámina de falso parqué. /
A partir de ahora una norma: no escribir lo primero que se me pase por la cabeza. / Los poemas no sé, / pero las buenas canciones salen mejor pensadas.


Y escribí este texto, mientras con el dedo del pie levantaba poco a poco la lámina de falso parqué. (bis)