lunes, 29 de octubre de 2007

Los Panchos 2007

Si tú me dices ven,
me quedo quieto.

Monterroso 2007

Al despertar,
el diccionario aún estaba allí.

domingo, 28 de octubre de 2007

pinta en las paredes

Funciona así.

Viven en cuevas. Pintan las paredes de las cuevas. No hay suficientes cuevas. Construyen casas. No pintan las paredes de las casas. Abandonan las casas (hay demasiadas casas). Vienen otros y pintan las paredes.

Las paredes se caen.

Construyen internet.

miércoles, 24 de octubre de 2007

Necrografía

Necrografía: una de las ramas más conocidas de la medicina forense, utilizada regularmente para leer el cuerpo del delito.
Jean Jacques Cicero, que en la región más septentrional de Wu se pronuncia con un leve seseo, y en todo el país, cuando se quiere ironizar sobre el método, se utiliza cierto tonillo esdrújulo, nació en el segundo arrondissement de París, una mañana de cielo cirriado[1]. Corría el año 1754, y la moda francesa era el turbante y un libro debajo del brazo. Sus padres habían llegado a la capital gala siete años antes, tras un largo viaje desde Wu, donde la medicina y la farmacología todavía se encontraban en el periodo prehipodérmico. Cicero, desde su más tierna infancia, demostró unas aptitudes innatas hacia el análisis anatómico-forense. Son conocidas de esta primera etapa, las extracciones de glándulas sebáceas a plantígrados domésticos y la utilización de tendones humanos para el arco de su violín, otra gran afición del joven Jean Jacques.
Aunque cursó los estudios de medicina, farmacia y biología en un tiempo récord, obteniendo los mejores resultados desde que la universidad parisina fue fundada, Cicero, “Tulp”, como le apodaban sus compañeros de carrera, siempre creyó que el conocimiento estaba anticuado, y que era necesario impulsar nuevos métodos e innovadoras formas de acometer la medicina. Fue durante estos años que precedieron a su éxito profesional, en los que nuestro gran hombre sintió la pulsión de leer desaforadamente toda clase de libros, al mismo tiempo que alternaba su lectura con la vivisección de anfibios extraídos del Sena, enumeraciones mentales de ganglios, nervios, huesos y órganos, reflexiones metafísicas sobre la propulsión del calamar y diversas exploraciones de los órganos sexuales de su vecina Celine Villot, con la que finalmente llegó a casarse después de pasarle numerosas consultas.
Desde 1779 trabajó como médico forense de la morgue situada en la calle Lefévre. Una inmensa biblioteca rodeaba la mesa de operaciones donde noche tras noche, Cicero diseccionaba los cadáveres de los asesinados y de los ajusticiados que le traían los gendarmes. Son numerosos los testimonios tanto de él mismo, como de su mujer o sus más íntimos allegados, que dan cuenta de un clima “perverso” y enrarecido al unir tanta prosa y tanta muerte en un solo espacio. Varias veces confundió Jean Jacques la pluma con el bisturí, la sangre con la tinta, las hojas con las gasas, se tiene constancia de que incluso llegó a rotular sobre el pecho de un muerto una idea extraída de un libro de Rousseau y a cotejar en una balanza el cerebro de un científico y el primer volumen de la enciclopedia.
Pero sus métodos de análisis anatómicos conocidos como Necrografía, tuvieron un comienzo mucho más puntual y extraordinario. El dos de abril de 1786, habiendo cerrado a altas horas de la madrugada su laboratorio-biblioteca, Cicero se encaminó hacia su residencia de la Rue Lorraine. Habiendo caminado unos cientos de metros, se topó con una pequeña plaza oscura, en el centro de ésta, el cadáver de Didot Pradier[2] flotaba en una fuente. El espacio entre el tipo y la columna de la que manaba agua, estaba lleno de octavillas con el informe fiscal de Jacques Necker. Cicero, iluminado, encontró en el cuerpo y el texto, un signo, un símbolo mayúsculo que le hizo explotar en una auténtica hemorragia de sabiduría. Rápidamente, arrastró el fiambre a su madriguera y se dispuso a hacerle un chequeo completo. Se percató, abriéndole por el lomo, de que, como en los demás cuerpos, la médula estaba fresada a la columna, pero ésta tenía su espinazo constreñido, sin espacio intervertebral. Del rostro de Didot había desaparecido todo rastro de cuatricromía. Tras realizarle una sangría quedó más blanco todavía. Los pulmones encharcados de agua no cabían dentro de la caja. Examinó un apéndice, el pie, las tripas, y después la cabecera, procediendo a dibujar un pointillé sobre la frente y seccionar con una herramienta rústica la tapa. Suturó después con 24 puntos.
A medida que el análisis continuaba, Cicero se dio cuenta de que iba leyendo punto por punto los hechos acaecidos en el cuerpo de Didot, y que el misterio se desvelaba a cada subrayado del escalpelo. Así dictaminó que el fenecido había saltado de una altura elevada, probablemente perseguido por repartir los panfletos de Necker, ya que el pie lo tenía fraccionado en mil partes, como si se lo hubieran guillotinado varias veces. Las tripas también habían sucumbido a un impacto que había multiplicado su gramaje, desplazándolas hacia las regiones inferiores. Didot, deshecho, se había acercado renqueando a la fuente, donde cayó desmayado, ahogándose en sus procelosas aguas.
Como los brujos de las tribus africanas cuando lanzan los huesos al aire, Cicero logró establecer un orden de lectura sobre los cadáveres, el método necrográfico que aún hoy sigue vigente en todos los tanatorios de Wu. Incluso una cátedra en la Universidad Nacional lleva su nombre, y es otorgada a aquel que logre hacerse un erudito tanto en la acupuntura como en los signos de puntuación.
Las ediciones de bolsillo de Aldo Manuzio le dieron la posibilidad de leer los cuerpos de los niños, y la lectura de los incunables le permitieron explicar la autopsia geriátrica.
Jean Jacques Cicero fue ejecutado el 28 de mayo de 1797, por participar en la llamada “Conspiración de los Iguales” junto a su compañero de infancia François Nöel Babeuf, a quien le debía un par de favores. Cuenta la leyenda popular que cuando la hoja de la guillotina cayó y seccionó la cabeza de Cicero ésta fue mostrada inmediatamente al público asistente. Todo el mundo allí congregado creyó oír unas palabras frágiles pero claras y sorpresivas que salían de su boca: “Cogito ergo non sum”, parece que fueron sus últimas declaraciones mientras con el rabillo del ojo veía su cuerpo decapitado tendido en el suelo, inerte, desposeído de su alma pensante, como el final de un mal libro.

[1] En su biografía Cicero, Jean Jacques (1812) La letra con sangre entra Seledonia, Trujillo, p. 66, Cicero hace mención a la meteorología en su periodo neonato, como un mundo de nubecillas de algodón. Podemos presuponer que se debe a que la cúpula celeste se hallaba tapizada de condensaciones en forma de cirro, o cirro-cúmulos en cualquier caso. N. del T.
[2] El reciente estudio de Lauchman, Frédéric (2003) Impresiones sobre Guttemberg Hélice, Bonn, p. 890, desvela que la tía bisabuela de la casera de Didot Pradier invitó una vez a Guttemberg a un chato de tinto chino. Este tinto procede de la uva china, fruta muy cultivada en la planicie mesetaria de Wu y que se diferencia de la grosella común en que ésta última siempre tiene un número primo de simientes.

El no va más de la crítica literaria



POETA CANÍBAL NO SABE RIMAR

Por Diego Cevalllos

(Diario Hoy Online)


MÉXICO.- José Calva soñaba con ser un escritor y poeta famoso, quizás alcanzar en México el prestigio de su compatriota Octavio Paz. Pero su rima fallaba, al igual que su ortografía y sintaxis. Ahora toda la prensa habla de él, pero no en los suplementos literarios sino en la sección policial: mató a su novia, la desmembró y frió partes de su cuerpo en una sartén, al parecer para comerlas.


La detención de Calva, de 40 años, el 8 de octubre en un pequeño departamento de esta capital, conmocionó a los mexicanos. Al asesinato se fueron añadiendo datos sobre canibalismo y sospechas de otros crímenes, además de informaciones sobre sus esfuerzos para ser reconocido como escritor. “Hay una gran impresión, pues el ciudadano piensa que crímenes como el de Calva solo suceden en las películas. Pero lo que más impacta es que el protagonista tenía un perfil que bien podría corresponder al de nuestros vecinos”, señala el psicólogo Manuel González. Calva pertenece a una clase media venida a menos. Se dedicaba a escribir: él mismo editaba y vendía sus textos en la calle. Con lo que ganaba pagaba una renta de alrededor de $400 mensuales y, al parecer, vivía sin mayores problemas.


“En este caso veo una singularización de los problemas sociales de ciudades grandes como México”, señaló González, investigador y catedrático de Psicología Social en la Universidad Nacional Autónoma de México. “Calva -agregó- es uno entre millones que tienen problemas de integración social. No logra reconocimiento ni solidaridad de sus vecinos. Es muy probable que haya tenido una infancia difícil durante la que sufrió abusos”, agregó.


“Peregrino de la senda, sigiloso de pasos y fatuo de logros, partidario de Sabines, de Neruda, de Coelho y de un servidor, graduado en la Universidad de la vida con honores en la sangre, por ímpetu escribo libros y por reflejo los critico y los bendigo”, escribió Calva en su libro Caminando ando. La Sociedad General de Escritores de México analizó varios de los textos de Calva y concluyó que carecen de estructura y que son pobres en sintaxis, puntuación, voz narrativa y que incluso tienen faltas de ortografía. Los medios de comunicación mexicanos, especialmente los de corte amarillista, dieron amplios espacios al caso, el primero en la historia moderna de la capital mexicana en el que aflora el tabú del canibalismo.


En Tótem y Tabú, Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, dijo que los homicidas, al comer a sus víctimas, intentan apropiarse de algunas de sus características. El antropólogo francés Claude Lévi-Strauss también señaló que la práctica se origina en el deseo de adquirir algún poder atribuido a la otra persona. La Policía indicó que Calva reconoció haber matado a su novia Alejandra Galeana, pero que niega ser un caníbal. Según su versión, desmembró el cuerpo de la mujer y estaba a punto de cocinarlo por partes con la intención de darlo a los perros para eliminar las evidencias.


Las autoridades policiales indican que Calva podría estar vinculado a otros dos crímenes de mujeres en la capital (IPS).

martes, 23 de octubre de 2007

No lo intentes

No intentes discutir la validez de Bukowski como poeta, alguien te contestará con argumentos irrefutables. No intentes ganar el Loewe, alguien te dirá que eres un vendido y que es fácil ser un vendido. No intentes escribir poemas y colgarlos en tu blog, alguien te dirá que eres un egocéntrico. Además, seguramente, te dirá que eres malo.
No intentes ser un maldito, te dirán que vas de maldito. No intentes buscar nuevos caminos poéticos, te dirán que eres un moderno. Además, seguramente, dirán que tampoco eres tan moderno y que todo eso ya se hizo.
No intentes follar demasiado, te convertirán en un promiscuo. No intentes no follar, te dirán que eres un psicópata degenerado onanista. No intentes ser amigo de más de un poeta a la vez, te dirán que eres un trepa, no intentes pasar de todos y cada uno, te dirán que eres un borde.
No intentes preguntar por autores que desconoces, te dirán que eres un ignorante. No intentes recomendar a alguien que te parece interesante porque te dirán que eres un pedante. Además, seguramente, dirán que tampoco es tan interesante.
No intentes escribir en ningún periódico, te dirán que eres de la misma tendencia política del periódico. No intentes no escribir nunca en ninguno, alguien dirá que eres demasiado estupendo como para mojarte con una columna.
No intentes compartir el atisbo de complaciente rubor que te produce estar enganchado a ese reality, te dirán que todo eso es basura para idiotas. No intentes criticar el mismo programa, te dirán que eres un puto intelectual que no sabe divertirse.
No intentes escribir contra viento y marea. Por lo que más quieras, no lo intentes.

viernes, 19 de octubre de 2007

El peso de los puentes

(Título vilmente robado al poeta Javier Cánaves)


Il capitano espera una noticia. Mientras tanto (Mientras tanto, mientras tanto, ¡ay!, mientras tanto,) los poetas avanzan con el agua hasta la cintura, cargados de explosivos. Van a volar, de una vez por todas, el condenado puente que une a los irreconciliables, a los poetas de saeta y a los poetas de bragueta y revolcón. Il capitano borracho espera una noticia, un acto poético definitivo, un acto que atente contra los intereses oficiales de las dos Españas que han de helarle el corazón. Acto que sólo podrán perpetrar unos desesperados, ajenos a toda la contienda, unos mercenarios unidos por la palabra. Por fin, los primeros rufianes que han comprendido que pueden volar un puente sólo con palabras. Y, mientras tanto, borracho, il capitano espera una noticia.
En un acto cabalístico Clint pronuncia la palabra -falsa, fingida, como todo poema- y el puente estalla. Eli Wallach apenas tiene tiempo de lanzarse sobre unos sacos con la mezcla de excitación y acojone que produce la explosión de un verso bien construido. Algo parecido debió sentir Sergio Leone cuando, tras rodar la escena que había llevado más de un mes de trabajo, se dio cuenta de que el puente había reventado sin que las cámaras tuvieran película.
Pero mientras tanto il capitano como ya hemos dicho espera la puta noticia, espera que alguien le diga ya, 'hemos hecho lo que ninguno quiso hacer, y lo hemos hecho por vuestro bien. Hemos acabado de una vez con vuestra estúpida batallita, poetas órficos, poetas lógicos, gonzalezcos y gamonedescos, si es que existís de verdad, ya podéis dejar de desperdiciar vuestros esfuerzos inútilmente o, mejor, os podéis ir a mutilar a otra parte que, para el caso, da lo mismo.' ¿Pero quién va a cargarse este puente? ¿Quién va a tener los cojones de reventar, de una vez por todas, el entramado artificial de madera muerta que creen camino? Y dejar el agua fluir y al noble capitano morir en paz.

lunes, 15 de octubre de 2007

Querer comprender. No te jode



A mí estas visiones de cosmogonía casera, de teleología cognitiva mientras te lavas los dientes o te fríes un huevo, me parece que tienen siempre el mismo fundamento: Es esa deriva de la imaginería social que intenta tejer relaciones entre los extremos de los segmentos. Entre el Cola Cao y los Globetrotters, entre un Opel Corsa y los hijos que tienes, entre Imagenio y tu salón de estar, entre Viceroy y lo que eres.
A mí no me importa asimilar ciertas ligazones estéticas como puede ser Paulo Coelho y el lino blanco, Luis García Montero y la pana marrón, Juan Manuel de Prada y Jabba el Hut. Pero esas cosas son mías, son las que reposan en mi mesilla de noche, junto a un Bic y un bonito cómic de Astiberri. Forman parte de mi imaginario personal. Mi abuela siempre huele a Trombocid, las cámaras de aire de los neumáticos Michelín son el olor de mi verano, el mejor beso lo di con VitalDent. Es en cierta medida lógica esta tarea asociativa, ahora que nos consume el consumo, y no hay flor sin TradeMark.
Una cosa es eso, el recuerdo de los Anagrama negros en mi mesa antes que las ediciones Planeta, o preferir el rojo al marrón si se trata de un Chupa Chups. Y otra son los órdenes divinos, las nomenclaturas vitales y las epistemologías publicitarias. A mí no me convencen los diseños dinámicos con lucecitas estroboscópicas alimentando mi epilepsia. Diciendo que mi mundo se resume en cuatro pareados. Que puedes acontecer a todo a través de una punto com. Y sí, es verdad, todo va muy deprisa, todo va que se jode. Pero yo no me paseo por las calles de Bangladesh y al rato charlo con un taxista neoyorquino, no veo amanecer desde una azotea berlinesa mientras arropo a mi novia con una americana de Adolfo Domínguez, no tengo un perro que pone perdido mi sofá nacarado ni un IPod alojado en lo más recóndito de mi colon. No tengo bajas las defensas, no me gusta conducir, mi abuelo no tiene tatuado Fuck The Rythm en un omoplato, no bailo hasta que se rompe la noche, no soy estudiante hoy para ser la promesa del mañana, NO CREO EN LO QUE ME DICEN. Y no lo hago especialmente porque no soy así, no soy lo que me venden, no estoy hecho de lo que compro.
Sólo veo miseria en la selva, no creo que los pájaros canten, sino que chillan de dolor. Dice Werner Herzog en Mi enemigo íntimo. Ése es un retrato de la condición humana. Los siete tomos de la búsqueda del tiempo perdido, el aburrimiento de los programas televisivos, la laxitud institucional, el dolor de la vergüenza, Jiménez Losantos, pisar una mierda de perro, banalidades en el hipermercado, miedo, Mercedes Milá llamando a tu puerta, la infinita Wii, los niños tocándote los cojones en el último rayo de sol del verano, publicaciones otoñales por fascículos para que la comunidad de vecinos haga su propia caldera, con la primera entrega un medidor de presión y manual de cómo calmar al viejete friolero del tercero que no sale nunca de casa.
¿A que no hay cojones de flashear a la peña con eso y vender un puto periódico al día siguiente? Citaría a Cioran, pero el libro de "Silogismos de la Amargura" lo tiene mi padre, en la guantera de su Audi.
El problema está precisamente en que no queremos comprender, y eso, estimados amigos, es lo único que vende.

jueves, 11 de octubre de 2007

Van a por Nosotros

Por su Salud, pinche on the foto:


y, por supuesto, la versión 'marchosa' del tema, una joya:

viernes, 5 de octubre de 2007

Así están las cosas...

"Carlos Bousoño vende por cinco millones de euros el archivo de Vicente Aleixandre"

Link:
Queda poco que añadir.

jueves, 4 de octubre de 2007

VIOLENCIA DOMESTICADA


Cada cien años, cuando las lunas de Orión se alinean y lo que está más paquí se va más pallá, el bien y el mal vuelven a medir sus fuerzas en cualquier rincón oscuro que se parezca a Central Park.
Sabemos que el malo tiene el bolsillo derecho de los jeans roto para poder rascarse los huevos con imperceptible fruición. Sabemos que el bueno atusa su flequillo ante el espejo del ascensor. Sabemos que ambos tienen un frasco de colutorio a medio empezar desde hace años en el armario del baño. El malo puede mover los pectorales por separado y tiene un deltoides que parece el cuello de un abrigo de visón, robusto y peludo. El bueno sabe que podrá utilizar la fuerza del malo en su propio beneficio, y que su única debilidad está en la chica. El bueno pasa los domingos en la Casa de Campo, paseando con un detector de metales. Tiene una estantería llena de balas herrumbrosas, un perro que se llama Athos y una pequeña inseguridad en el estómago por tener el pito un poco pequeño. El malo ya no tiene novia. Lo dejó con Marisa hace más de dos años, después de un concierto de Loquillo. Los sábados por la mañana se obliga a limpiar debajo de la cama.
Sólo se presintieron una vez. Fue a la salida de Amélie. El malo se sintió enfermo por momentos. Marisa aseguró que las palomitas le habían sentado mal. Estuvo vomitando toda la noche. Al bueno, que paseaba con el perro cerca del cine, le dolieron las cervicales durante toda la semana y prefirió no tomar una cerveza con Juan, el amo de Zar, ni quedar con María, la dueña de Princesa. La cuenta atrás había empezado aquella noche de agosto. La señal sólo fue perceptible sobre el cielo de Majadahonda, donde cayeron algunas gotas y se vieron tres relámpagos.
Ambos estaban destinados a enfrentarse, a acabar el uno con el otro. Ese designio era tan inexorable como ineludible es que algún día te compres un jersey en Zara. Porque te sienta bien, y es barato, y aún no lo has visto mucho por ahí, y porque empieza a refrescar y necesitas algo que no dé mucho calor, pero que quite el frío.
En estos entretiempos, en estas semiosferas de la modernidad, todo se aplaca, todo rastro de bilis desaparece sobre la mullida moqueta. Toda la violencia verbal se controla con el mando de la tele, y la flema se arrincona junto a las raquetas que compraste aquel verano de playa. La violencia es un leve murmullo doméstico, como el ruido de un Balay. Y el mayor insulto cabe en un Post-it. Ahora soy un cabrón “porque yo lo valgo”, un hijo puta Loreal. Y descubres que Wilde lo ha leído hasta la portera y que a Bergman lo conoce cualquier centrocampista. Y ya no te impresiona tanto leer tus mismos versos en la poesía de otro, porque las palabras también las compras en Zara. Palabras de otoños y primaveras que acabamos llevando en torno al cuello.
Dejemos de comernos las pollas y vamos a luchar. Poneos en el lado que prefiráis, capullos. Pero empecemos de una vez por todas a sacarle filo a nuestro souvenir de Toledo, porque os juro que la Katana que gané en aquella caseta de feria ha vuelto a llamarme la atención. Descubramos que todo vuelve a fluir, que nuestros colmillos necesitan sangre. No esperemos a la cuarta de Indiana Jones para empuñar el látigo. No nos mintamos, no queremos ser lo que nos depara el signo de Orión. A mí, lo que haya visto el Nexus 6, me la chupa. Yo quiero soltar un martillazo en la cabeza y colgar el vídeo en youtube. No necesitamos más excusas ni legitimaciones, tengo el jodido patio de mi casa lleno de balones (parece que esta frase se la he robado a Sabina). No debemos acomodarnos en la dulcificación de nuestras vidas, ni perpetuar el medio blando, ni empezar cada frase con “esquetú, esqueyo”. Debemos hacer de todo lo que pisamos un puntiagudo ángulo y dejar de señalar con el dedo para encañonar con las ideas. Dejemos que la moral y la ética la bailen Cortés y Bisbal, mientras nosotros ajustamos la mirilla telescópica de la acción. Bañemos la ciudad de letra y sangre. Hagamos un santuario neutral con las imágenes de Gerry y Kate McCann, asesinos poéticos y maestros del performance. Convirtamos el líquido insulto en una torre de odio constructivo. Escribamos toda una enciclopedia para rebatir un solo verso, pero llenemos de objetos las inmensas salas que sólo contienen un cuadro en los museos. Minemos la esperanza de la “felicidad de crucero”. Atomicemos nuestras lenguas y dejemos el gusto al viento.
Ya paro, que sin quererlo, ya me he vuelto a poner poético, y todavía hay mucho que hacer.

¿POESÍA? ¿ECOLOGÍA?

DE LA POESÍA DEL ASPIRADOR A LOS VAQUEROS ECOLÓGICOS DE PARÍS
Hace 19 horas

PARÍS (AFP) — Desmenuzar un aspirador para diseñar prendas de vestir es la idea, a priori descabellada, que inspira la colección poética e inventiva presentada el martes por la firma de Issey Miyake en los desfiles de 'prêt-à-porter' femenino para el verano de 2008.

La colección, bautizada 'The Wind' ('El viento') es el resultado de la colaboración entre el diseñador de la casa Miyake, Dai Fujiwara, y el ingeniero James Dyson, famoso por sus aspiradores de turbinas coloreadas sin necesidad de las tradicionales bolsas.

En un espacio oportunamente aireado por grandes turbinas amarillas, al estilo de las de los aspiradores Dyson, desfilaron hombres y mujeres con prendas "hinchadas" en la espalda, dotadas con protuberancias que recordaban los elementos de los citados aspiradores. Entre esas prendas destacaron una serie de vestidos aéreos que bailaron a cada paso de sus modelos y que parecían como ensamblajes de piezas de tubos que dibujaban figuras geométricas.

Chaquetas de volúmenes hinchados, trajes alternando tejidos lisos y plisados, colores llamativos y botas rojas de piel perforada contribuyeron también a la ligereza de la muy esperada segunda colección de Fujiwara para la firma Miyake.

Los franceses Marithé y François Girbaud, por su parte, prefirieron un ambiente más rock, con la preocupación por la ecología como telón de fondo.

Así, mostraron una mujer que ama los vaqueros grises de aspecto usado, las sandalias plateadas y los mini-vestidos superpuestos.

El aspecto usado de los jeans no se consiguió a base de lavados sino con el láser, en "un gesto ecológico útil", según el dúo de diseñadores que, de esta forma, intentan participar en la conservación del planeta y del agua.

Además de ecológica, su mujer veraniega se pone echarpes y pañuelos sobre camisas y chaquetas, para resaltar su pecho, lleva largas camisetas sin mangas sobre vestidos-camiseta de punto, impermeables de mangas que se ponen y se quitan y pantalones de cintura alta, al tiempo que comparte algunas prendas con el guardarropa de su pareja masculina.

Precisamente el agua fue el hilo conductor de la colección de Tsumori Chisato, que adorna con caracoles, estrellas de mar y algas sus vestidos cortos de sedas superpuestas sobre los que poner una capa al estilo de Caperucita roja.

Por su parte, el dúo Viktor y Rolf (los diseñadores holandeses Viktor Horsting y Rolf Snoeren) propusieron una colección tranquila, con numerosas prendas en rosa pálido, su color fetiche, con cuellos estilo pierrot, a menudo voluminosos, y mangas fruncidas y abullonadas.

El negro de pequeñas borlas, los rombos y los encajes contrastaron, además, con los tonos blancos y rosas de sus vestidos cortos.

miércoles, 3 de octubre de 2007

poesía y autodeterminación

“El espectáculo se ha entremezclado con toda realidad (...) no existe ya nada, ni en la cultura ni en la naturaleza, que no haya sido transformado y contaminado conforme a los medios y los intereses de la industria moderna. Incluso la genética se ha vuelto plenamente accesible a las fuerzas dominantes de la sociedad”

GUY DEBORD. Comentarios sobre la sociedad del espectáculo


    Amar, pensar, luchar: son verbos necesarios, acciones, actos para una gramática de la subversión. Desde el vacío palpable de un movimiento real de crítica, trataremos de buscar -como Platón- la verdad, el bien y la belleza; o no. Tal vez gritemos y gimamos como si los perros de la noche llevaran nuestro nombre entre dientes. Tal vez dejemos, de una vez por todas, de complacernos artísticamente en las formas (espectaculares) y seamos “como condenados que son quemados vivos y hacen signos desde la hoguera” (A. Artaud); pero ojo: no para contentarnos como Narciso en su reflejo o con la aurora de una revolución en soledad y solipsista, sino para aprehender dónde estamos y escapar cuanto antes y por todos los medios de tanta miseria. Para humedecer, en fin, un ansia poético que pueda acabar desbordándose en nuestra relación con l@s otr@s, con los objetos y los fenómenos.

    En este peculiar détournement tal vez nos preguntemos: ¿qué es el hombre? Tal vez nos preguntemos también: ¿qué puedo saber? Y menos, espero, ¿qué debo hacer? (moral), y, nunca, ¿qué cabe esperar? (religión): el pensamiento no puede complacerse tan fácilmente; postergar la necesidad de transformación al futuro “... que ha sido nuestra ilusión toda la vida y que falta todo por hacer” (La estrategia del caracol), y quedar atrapado en la pregunta: ¿qué es posible?

    El nuestro, de tener alguno, no es el papel de profetas. Y si hablamos de revolución no lo hacemos pensando en el porvenir. Lo hacemos, en todo caso, pensando en apearnos, en abandonar el miedo que paraliza para el sabotaje nuestros cuerpos: aquí y ahora; más tarde ya veremos.

    Como Lautreamont, hemos recibido la vida como una herida y hemos prohibido al silencio que cure la cicatriz. Queremos que el creador contemple, en cada hora de su eternidad, la grieta abierta. Es el castigo que le inflingimos; es nuestra lucha.

    “La acción subversiva -dice Aldo Pellegrini: La acción subversiva de la poesía- se manifiesta al ofrecernos la poesía la imagen de un universo en metamorfosis, en oposición al universo rígido que nos imponen las convenciones. La imagen poética en todas sus formas actúa como desintegradora de ese mundo convencional, nos muestra su fragilidad y su artificio, lo sustituye por otro palpitante y viviente que responde al deseo del hombre (...) Pero indudablemente la poesía, al introducirnos en el misterio de lo real, nos descubre una vasta zona de peligro, una región inquietante y turbadora. Muchas veces lo poético [esto es, cuando cad@ un@ de nosotr@s comprende que nuestras vidas yacen presas] toma la forma de un acto de violenta provocación y aparece como antipoético, como negador de la creación”.

    La poesía -tal y como la entendemos-, ahora que la hegemonía del mercado ha colonizado por completo nuestros anhelos y nuestro movimiento, ahora que el régimen democrático-espectacular retrata e informa de un mundo virtual hermoso pero que aniquila la vida en su versión real, no es ni mucho menos un divertimiento o un lujo “pequeño-burgués”, sino una necesidad del mismo calibre que lo es el respirar o el compartir vivencias con espíritus afines. La poesía es al mismo tiempo palanca y resultado (causa y efecto) de una politización radical de la vida.

    Amar, pensar, luchar: pegarle fuego a la realidad entera; está todo por hacer.



    zumbidos@no-log.org

martes, 2 de octubre de 2007

los poetas de la barra II

Aprovecho para robarle el título a Myrna (¡Quién le robara a Myrna el corazón! -ya ven, ha salido el poeta cursi que habita en mí que, cuidado, habita en todos) porque creo que el tema merece cierta reflexión.
Ciertamente en los recitales no es extraño que ocurra, por desgracia, un fenómeno bastante singular: el público 'pasa' del poeta, los otros poetas, por supuesto, lejos de escuchar al poeta, están pensando en dos cosas, a saberse: a) en lo que yo voy a recitar. b) en cómo he recitado.
Así podríamos concluir que, en el fondo, mucho recitales se realizan para el uso y disfrute de los propios poetas (en el momento en que están recitando). Claro que, como bien apunta Myrna, habría que reflexionar si esto es así por defecto, si es, hasta cierto punto, necesario que así sea incluso... si son necesarios los recitales o si tienen algún tipo de sentido. Igual sería mucho mejor apostar por las revistas poéticas en DVD, con grabaciones del personal recitando, para que cada cual lo disfrutara en su casa (y Poesía en la de todos). Es decir, que igual todos estos encuentros -que apoyo y resultan, casi siempre, interesantes de algún modo u otro- deberían enfocarse más como reuniones de personajes que están -o deberían estar- intersados en conocerse, emborracharse juntos y poner a parir a otros poetas ausentes. Algo que siempre gusta en los recitales.

lunes, 1 de octubre de 2007

los poetas de la barra

"Va una catedrática a la inauguracón de una exposición de arte, y antes de entrar se arrima, como gran parte de los visitantes, a la mesita de la entrada donde están los canapés y el vino. El artista que expone la reconoce y se le acerca, y le pregunta, ¿qué tal está usted? ¿qué le parece la exposición? y ella contesta: yo, divinamente, estoy tan a gusto que como me descuide hasta entro a verla".
(anécdota real)


¿Está la cuestión en hacer callar a los poetas?

Es decir, hacerlos callar literalmente, pegarles una voz, rogarles, amenazarles, decirles que por favor cierren la boca, a los poetas esos del fondo del bar, a los que están de espaldas al escenario donde la poetisa del momento intenta, ya malhumorada, hacer sonar una cajita de música para comprobar hasta donde le están tapando el espectáculo los decibelios de la conversación de esos, los-poetas-de-la-barra.

¿Está la cuestión en recordarles con tono paternal que han venido libre y voluntariamente a un acto poético, dónde por tanto hay gente haciendo poesía en voz alta, que la poesía en voz alta es para escucharla, y que hablar a grito pelado es incompatible con el venerable acto de escuchar?

¿Está la cuestión en llevarse las manos a la cabeza como un anciano escandalizado al descubrir que los mismos que en este momento ignoran totalmente el recital de otros, son los que otras veces se desviven por declamar sus propios versos? Y aún es más, descubrir que incluso están entre los poetas-de-la-barra algunos de los que acaban de subirse, precisamente, a ese mismo escenario hace sólo un momento.

¿Está la cuestión en acalorarse por la falta de respeto, o deprimirse por la lamentable pérdida de información y versos en que están incurriendo los que pasan de todo?

No lo sé. Tengo dudas. No sé dónde se esconde, la cuestión en cuestión, y si puede hacerse, en esta época de libertades mal entendidas, algo más que patalear silenciosamente desde artículos como éste.

Sólo sé que fue incómodo el viernes tener el oído debatiéndose entre una ristra de versos bien hechos en frente, y detrás una charla fantástica acerca del pedo que se había agarrado Pepito el día anterior, y que de esta incomodidad compartida por muchos deduje que donde sí que no reside la cuestión, es en resignarse, aguantarse y asumir, y considerar normal (normal como adjetivo derivado del sustantivo norma) que sea la desatención, el desinterés y el ruido, el ambiente imperante en eventos poéticos alternativos, en esos donde precisamente no te obligan a sentarte y escuchar a la fuerza cualquier cosa, sino que te ofrecen, además de espectáculos y muestras originales y de calidad, la posibilidad de tomarte una cerveza tranquilamente mientras oyes poesía.
Que no es normal tampoco, señores a los que incumbe, que en un festival de poesía pase de la poesía un poeta.

Y que ya lo sé, que es otra vez lo de siempre. Que no se puede pedir en asuntos poéticos el aliento contenido de una final de fútbol, o la entrega de las masas en los conciertos de rock, que no, que no se puede.

O por qué no.